martes, 1 de junio de 2010

1 de julio /// hamburgo --- Londres

-respect to the man in the ice cream van

Estábamos desayunando en la cocina, a sabiendas de que probablemente sería nuestra última mañana juntos, cuando a lo lejos se oyó una extraña e infantil musiquita, en movimiento. Era el camión de helados dando vueltas por ahí y entonces Théo me contó que hay un rap que dice que hay que respetar al hombre en el camión de los helados. También dijo que hay una vieja leyenda urbana que dice que el hombre del camión de los helados, además de hacer la alegría de los niños, haría la de los grandes, ya que aparentemente sería un distribuidor de droga más en el mundo.

Terminamos de desayunar y volvimos a la cama: ese día Théo iría a trabajar un rato, un poco más tarde.

Estábamos en el medio de una de esas situaciones llenas de miradas, manos y labios cuando de repente dijo

-i really think we should sleep together

-aren't we doing it already?

-that is not exactly what i meant

y sucedió.

Las manos se me durmieron.


Algunas horas después Théo se fue a arreglar unos asuntos al estudio y me dejó armando el equipaje.
Cuando volvió faltaba un rato para que salgamos hacia la estación de ómnibus donde tomaría un bus hacia el aeropuerto de Lübeck, que queda en las afueras de Hamburgo, en donde abordaría el avión que me llevaría a Londres esa noche, al aeropuerto de Stansted exactamente.

El tiempo pasaba y no me importaba.

-somebody is thinking about missing the plane...

Y realmente pensé seriamente en la posibilidad de dejar ir ese avión y quedarme ahí, tan hermoso era todo, pero entonces Théo me explicó que si me quedaba, no tenía mucho sentido, ya que el fin de semana él y Daniel tenían que ir a Berlin a pasar música en un lugar, y entonces habría perdido el avión sólo por quedarme dos días más.

Pero la tristeza de ambos era demasiado.

-do you think i should come back?
-please, come back.


Sonreímos y supimos que íbamos a volver a vernos. Era sólo cuestión de combinar todo de forma conveniente.

Terminé de empacar y fuimos a la estación central. El sol del atardecer teñía la ciudad de un extraño color ocre. La vida parecía una foto vieja y a la vuelta de la estación comimos falafel y escuchamos a una mujer hablar en español. Nos reímos de eso.

El bus llegó y con él la despedida y el último beso.

Durante todo el viaje hacia el aeropuerto me lo pasé escuchando wouldn’t it be nice y pensando que Londres estaba a la vuelta de la esquina y que volvería a ver a Théo. Y realmente todo fue muy feliz.

Cuando anochecía subí al avión. Era de una aerolínea bastante barata y la prueba estaba en que cobraban todo lo que podían cobrar. Me senté en el minúsculo asiento y algunos minutos después, el avión despegó.

El vuelo fue corto y ahí conocí a Becky, una chica que estaba roja porque se quemó demasiado al sol, con un sombrero gigante y estorboso, una blusa strapless y shorts. Al hablar de alojamiento y lo tarde que llegaríamos, Becky me dijo que tenia reserva en un hostel para dos, pero como su amiga estaba sospechada de tener fiebre porcina se quedó varada en Singapur, así que una de esas reservas estaba libre y me la ofrecía. Yo aún no tenía idea de donde iba a quedarme los días que esté en Londres, así que acepté.

Desde que pasó lo de Michael Jackson todos los días aparecía algo nuevo en los diarios.

Al llegar a Londres, estuvimos cerca de dos horas esperando a que nos firmen el pasaporte. La fila era realmente larga y había pocos oficiales y a todos les daban mil vueltas para dejarlos entrar.

El amigo/compañero de asiento de Becky, que hizo la fila conmigo, era americano, pero lucía tremendamente canadiense: un poco gordo, con aparatos en los dientes, rosado y muy simpático (algo afeminado también). No recuerdo su nombre, pero seguro era Brian o algo así.

En Alemania hay unas golosinas muy populares que son unas gomitas con forma se oso llamadas Haribo. Brian me convidó algunas mientras los oficiales londinenses preguntaban hasta el grupo sanguíneo de las familias cuya piel era un poco más oscura que lo habitual. Así de estrictos eran los controles de frontera.

Cuando logramos salir del aeropuerto tomamos un bus de 9libras al centro. Victoria Station para ser más exactos.

Mis primeras impresiones de Londres aún cuando era muy tarde y verano, es que es un lugar muy frío y húmedo.

Una vez en Victoria Station nos tomamos un bus de esos que tienen dos pisos a no sé dónde y de ahí, un taxi (realmente caro) al hostel que quedaba, como me daría cuenta al día siguiente, en la zona de Kensington algo.

Cuando los trámites de registro y todo eso terminaron, después de un largo día, hacia las dos de la mañana, me dormí vestida en la parte de arriba de una cama marinera junto a cinco chicas más en una habitación minúscula en un hostel en algún lugar de Londres.

Aún tenía que encontrarme con Linnea y Chance, dos amigos que también estaban vacacionando en la capital inglesa al mismo tiempo que yo.

También tenía que encontrar un lugar donde quedarme los días que esté en Londres.

Blur tocaba al día siguiente en Hyde Park y también tenía que agenciarme una entrada.

Oh, Londres.