viernes, 28 de noviembre de 2008

2. el proceso ( I )

Estoy segura de que alguna vez viajaron en un colectivo, tren o subte (o quizás en la calle misma) y vieron a alguna mujer (joven, adulta o vieja) llevando ese tipo de chucherías plateadas o doradas de aquella tonalidad que muestra que es más que evidente que aquello que estan usando no es plata ni oro. Probablemente conocen a alguien que use este tipo de ornamentos, una tía o vecina. Da lo mismo.

No sé por qué, pero las mujeres que usan esta clase de accesorios son extremas: o llevan un tímido rosario en el cuello, o se llenan los dedos con más anillos de los que pueden caber en una mano.

Estoy segura también, de que alguna vez vieron (o quizás conocen) a alguna mujer de esas que ofrecen catálogos de venta por encargo.
¿Qué significa venta por encargo? Que en un cuadernito impreso a color, a cuatro colores, las mujeres pueden comprar (por un no módico precio) las soluciones esperadas para resolver ese asunto del estar "radiantes, hermosas, bellas, resplandecientes", a saber: maquillajes, perfumes, ropa, cremas, y bijouterié.

Hay muchas y muy variadas marcas, meri kei, amosil, abon, y así. Para vender este tipo de productos, se requiere una personalidad especial, ya que básicamente, como en la mayoria de las ventas de este tipo, es todo sobre saber vender la ilusión de la perfección alcanzable.

Cuando se trata de bijouterié, es común ver en esos catalogos, anillos, aritos o cadenitas brillantes, de fina terminación y brillo algo dudoso. Más de una se debe haber decepcionado al abrir la caja de cartón contenedora del adorno.

Dudo mucho que alguna compradora se pregunte como llegó ese anillo a sus manos. El proceso que atravesó hasta llegar a ese dedo anular aquel anillo con brillitos. Imaginense un anillo. Finito. Con tres piedritas brillantes de color en el centro. Plateado. Resplandeciente.

Traten de imaginar la cadena de producción. Una fábrica. Con dos pisos. Dividida por colores... Vamos, no quiero ser racista, pero así es como son las cosas. Abajo los oscuros, en el medio los más claritos, arriba los del término medio. Es así.

El proceso empieza en el tercer piso. Allí un hombre, posiblemente mayor, con muchos años de oficio, se encarga de labrar el origininal. La pieza madre. Ese mismo anillo que sus suegras piensan en comprar, pero hecho de bronce. Y un par de muestras, talles. El anillo es resplandeciente, hermoso.

Con ese anillo único y hermoso, la persona encargada de todo, va y lidia, pongamos por poner un ejemplo, con algún que otro directivo de una de esas marcas, el encargado del sector mmm...joyeria. Si aprueban y compran el diseño, se pone en marcha la linea de producción. Es así de simple.

Y a partir de esa pieza original de bronce el maestro orfebre elabora un molde de goma y hace cuatro talles. S, M, L XL, porque claro está, no todos los dedos son iguales.
Con ese molde de goma, una persona, seguramente una mujer, se encargará de sacar lo que será el molde del anillo. De esa mujer depederá que el anillo tenga buena forma. El material de ese molde es cera. Cera como la de vela. Imaginen muchos pero muchos anillos hechos de cera de colores, frágiles. La mujer recibe 10 centavos o menos por cada anillo. Y se pasa cada día, ocho horas, escuchando Radio 10 haciendo anillos fácilmente destructibles en el tercer piso.
Y probablemente, sólo el 75% de su producción, amerite esos 10 centavos o menos.

Alguien lleva todos esos anillos de mentira a la planta baja. Allí, un grupo de personas, se ocupa de convertir esa cera en un anillo de aquel material, duradero pero no resistente, metálico pero aspero, llamado peltre. Probablemente, la hora de esas personas, no valga más que $4. Probablemente, todos ellos vivan en el conurbano bonaerense, probablemente también, en las épocas de "mucho trabajo" el capataz les pregunte si no conocen a algún vecino, amigo, cuñado, conocido interesado en ganar $4 pesos la hora.

En la planta baja hay una o dos personas expertas en el asunto, que se encargan de comandar y co-mandar a los 10, 15 operarios que pululan a lo largo y ancho de la planta baja, entre hornos de fundición, mesas de pulido y así, escuchando cumbia todo el día. La jornada puede variar entre las 8 o 10 horas, con media de receso para almorzar, claro. El capataz, problablemente se queje, sin éxito de la música a todo volumen. Si bien es el jefe, la mayoría tiene la última palabra en lo que se refiere a la selección musical y al volumen adecuado.

Ahora bien, todas esas piezas, listas para "el baño", son llevadas al primer piso. Allí se realiza el paso interedio. Valga la redundancia, es un lugar de paso. Control hasta la siguiente etapa.

jueves, 27 de noviembre de 2008

1. rockeros -inoperantes- de vacaciones ( II )

Compramos los pasajes a último momento. Por asuntos de plata, tiempo, crisis personales, vacaciones laborales e indecisión general, no trazamos un plan definido. Los tres iríamos juntos. El pololo volvería antes, a tiempo para ver a josé gonzalez, que justo tocaba en buenos aires en esos días, y loli y yo, volveríamos en tren, un día después. Esa era la única certeza respecto a las vacaciones. La gente como nosotros no hace planes y hay que reconocer que esas vacaciones fueron algo así como aleccionadoras al respecto.

Llegamos muy temprano a mina clavero. A primera vista, no representaba el fiel reflejo de nuestros deseos pero dado que era nuestro primer día de vacaciones, las perspectivas eran más que optimistas. Buscamos un lugar agradable dentro de lo posible y nos pedimos el desayuno. Al terminar, yo me quedé cuidando del equipaje, y loli y el pololo se fueron a buscar la oficina de turismo para saber cuál era el camping más cercano y más o menos respetable del lugar.

Tardaron como media hora en volver. La oficina de turismo era como a diez cuadras de donde estaba y cuando volvieron, un dejo de decepción se veia en la cara de ambos. El camping quedaba bastante lejos, así que agarramos todo y partimos hacia allí.

En el camino, pasamos nuevamente por la oficina de turismo, porque parece que eran bastante amarretes y sólo daban un mapa por persona y el pololo quería uno para él. De paso, reconfirmamos la distancia del camping como para asegurarnos si no habría uno más cercano. No lo había.

Caminamos. Caminamos. Nos embadurnamos con protector solar factor 50 y seguimos caminando. Caminamos. Nos perdimos. Caminamos. Preguntamos. Llegamos.

La entrada al primer camping estaba custodiada por una garita vacía. Había mucho sol. Y nadie a quien preguntar sobre el precio, disponibilidad y esas cosas. Nos tiramos a descansar un rato y a jugar con unas maderitas con unos números que estaban abandonadas en aquella garita que corría la misma suerte.

A primera vista el camping lucía bastante infecto. Muchas carpas. Muchas familias. Muchos niños. Muchos autos. El pololo y yo fuimos a dar una vuelta y a recoger información. No encontramos al encargado pero con sólo mirar, decidimos que no queríamos quedarnos ahí ni un momento más.

Volvimos a la entrada. Nos quedamos un rato deliberando que hacer, cuando de repente veo una camioneta tipo pick-up que comienza a salir del lugar. Me acerco y le pregunto si nos puede sacar de allí. El conductor me dice que tiene que arreglar algunas cosas, pero que con mucho gusto nos va a alcanzar hasta donde le sea posible. Me dice que lo esperemos. Lo esperamos
- ¿a donde va maestro?
- a cura brochero, es acá cerca, no son muchos kilometros
-bueno, hasta ahí vamos...

Nos subimos a la parte de atrás con todas nuestras porquerias, nos embadurnamos nuevamente con protector solar y la camioneta arrancó.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

gran despedida

En el verano del año 2005 trabajaba en una fábrica de chucherías en el barrio de chacarita. No fue un verano como cualquier otro, ya que ese verano fue uno de los primeros en los que tuve que trabajar y realmente el tiempo constituía una extraña dicotomía, valga la redundancia, temporal. De 8 a 17 el tiempo pasaba tan lento que una semana equivalían a dos y de las 17 en adelante, pasaba tan rápido que una semana era apenas uno o dos días.

En la esquina de la fábrica había un kiosco que era atendido por el marido de una de las mujeres que trabajaban conmigo. Estoy convencida de que el kiosco sobrevivía gracias a los empleados, casi exclusivos clientes en un barrio donde nunca pasaba nada y peor aún nadie. Era extraño ver las calles y las paradas de colectivos atiborradas de personas hacia el principio y lo que sería el principio del fin del día y el resto del tiempo... poca gente por ahí: señoras con los mandados, y gente que paseaba perros, algún que otro niño que había zafado de la colonia de vacaciones y no mucho más. Eso era Chacarita aquel verano. Es así como lo recuerdo.

Antes de salir hacia el trabajo siempre veia las noticias en la televisión. Al trabajar en una fábrica uno no se entera demasiado de las cosas que suceden en el mundo, y si bien la radio es una compañia que sirve para éstos menesteres, por preferencia general, en la que yo no me incluía, se escuchaba radio disney o cualquier otra fm que pasara canciones de shakira, alejandro sanz o cualquier porqueria que estuviera de moda.

Y bueno, la mañana del 25 de febrero, me desayuné con la noticia de que Pappo se había muerto en la ruta, en un accidente con la moto. Fue una noticia triste pero cuando, en el transcurso de la mañana, se comentó entre los compañeros de trabajo mientras hacíamos nuestras cosas, nadie le dio demasiada importancia. Para ellos, supongo que Pappo no era más que el tipo que cantaba la canción de la vieja.

Así transcurrió el día. Hasta las cinco de la tarde.

Fue entonces cuando a la salida del trabajo vi que el kiosquero estaba cerrando. Era raro. Eran las cinco de la tarde:
- ¿eh claudio que hacés que cerrás tan temprano?
- me voy para el cementerio, a despedir al Carpo- me respondió. Aparentemente el kiosquero tenía una cierta afición musical hasta entonces secreta para mi.
-¿posta? uuu voy con vos
-dale, venite

Así fue como en cuanto terminó de bajar la cortina, paramos un taxi y le pedimos que nos lleve al cementerio, que en realidad era bastante cerca, lo más rápido posible.
- miren que está bastante complicado - dijo el tachero - con el tema de lo de Pappo...
- yo vi en la tele que el coche llega a las cinco, espero que no sea muy tarde - dijo claudio
- ¿sabés en donde es exactamente? - pregunté
- me parece que en el panteón de sadaic, igual nos vamos a dar cuenta porque seguro que algún otro fanático va a ir - respondió el señor kiosquero.

Cuando llegamos, no lo podía creer: el lugar estaba muchísimo más que atestado de gente. Más llamativo aún, era el hecho de que el 80% de la concurrencia estaba vestida de negro, (y no porque fueran al cementerio claro está) y no pocos ostentaban campera de cuero ( o pantalones en su defecto ) y tachas en pleno febrero y con muchísimo calor.
Enseguida perdí a mi acompañante y me encontré con la soledad de la multitud. Lleno de metaleros, podría asegurar que si bien estaban tristes, no lo demostraban. El Carpo no hubiera querido eso, aunque seguramente se habría sentido orgulloso del tremendo pogo que se armó en cuanto llegó, retrasado por supuesto, el auto que contenía sus restos.

En cuanto los metaleros se dieron cuenta de la llegada, no dudaron en poguear y cantar a los gritos Sucio y Desprolijo. Y yo en el medio. Algunas personas se habían subido a los techos de los panteones aledaños para ver mejor el cuadro. No sería poco aquella marea negra descontrolada en el cementerio. Pogueando como si aquella fuera la última vez. Que lo era.

Gente desconsolada, amigos, desconocidos, fanáticos, y viejas. Juro que en ese lugar había más de una vieja que afirmaba que "Norberto era un buen chico" y allí estaban para despedirlo como se lo merecía. Cuando el coche llegó al panteón, los metaleros se calmaron y lejos de la época del mp3 y esas cosas, recordaron cuando habían conseguido tal o cuál pirata en el parque rivadavia y cuando Pappo había hecho tal o cuál cosa en tal o cuál recital. Eran muchos, y de todas las edades. De negro, con remeras de bandas y jeans rotos.

No obstante lo cuál, no faltó un detalle de color que me pregunto, habrá visto alguien más: en el medio del pogo, cuando llegó el coche, se encontraba en el medio de esa hecatombe, supongo que sin intención de estar en medio de esa horda de descontrolados, un glamourosisimo Michel Peyronel que no paraba de vociferar "Chicos se me perdió el celular, ¿alguien lo vio?". Creo que nadie lo escuchó a propósito.

No podría asegurar que aquello era una fiesta, pues no había nada que festejar, pero si puedo asegurar, que esos "todas las mañanas son iguales" eran cantados con un gran, grandísimo sentimiento y ese pogo uniforme era la demostración más genuina de cariño que alguna vez presencié.

Aquel verano en el que trabajé en esa fábrica, todas las mañanas eran iguales. Afortunadamente las tardes no. Lástima el motivo de que esa tarde haya sido así.

martes, 25 de noviembre de 2008

sospecha


Cuando niña, iba a un colegio en el cuál en el baño, los jabones estaban como adheridos a la pared. Quien haya ido a la primaria en la década del noventa como yo, quizás sepa a que me refiero. Eran marca valot, y con el tiempo y el uso, esos jabones anaranjados adquirían una indudable forma fálica.

Hoy tengo la sensación de que muchas mujeres dieron sus primeros pasos en el arte de la puñeta ajena masculina en aquellos baños. En aquellos recreos. Que perverso.

diálogo en msn al respecto:

j: ¿sabés de qué jabones hablo?
p: sii
j: ¿No te parecían re jodidos? O sea, los mirabas y sabías que había algo jodido en ese jabón. Eras chiquito pero igual te dabas cuenta. Bah...
p: Encima, siempre re negros, sucios y la gente meaba y se frotaba las manos ahi y después ibas vos y te querías matar
j: Si. Yo casi ni los tocaba. Menos mal que ahora estan esos dispenser
p: Seh
j: Me pregunto si seguiran existiendo... en las escuelas ponele...
p: Seeee... re existen
j: Me siguen pareciendo perversos
p: Y si. Esa frotada resbalosa...

lunes, 24 de noviembre de 2008

1. rockeros de vacaciones ( I )

son estos:

*johana: 23 años, 1 bolso, una bolsa con la bolsa de dormir, reproductor de mp3, high fidelity - nick hornby, un sólo par de zapatillas, poca ropa.
*el pololo: 24 años, proyecto de músico, diseñador gráfico, 1 mochila, encargado de la carpa, encargado de la cocina portatil, dos pares de zapatillas, miedo y asco en las vegas - hunter s thompson, franny y zooey - j d salinger, bolsa de dormir, mochila, ipod.
*loli: 24 años, casi diseñadora de indumentaria, super mochila gigante (más grande que ella casi también ), utensilios de cocina, dos pares de zapatillas, sistema de la moda - barthes, 9 cuentos - j d salinger, mp3.

Imaginénselo de este modo: tres personas de lo más desparejas llegando a la terminal de retiro un sábado a la tarde. Dos ellas y un el. Lo único en común, los lentes de sol gigantes y la piel sin broncear. Mucha noche, mucho rock, muy gomas. Yendo de vacaciones a Córdoba. Suben al micro, se sacan las zapatillas. El destino es un pueblo que ninguno de los tres conoce llamado mina clavero. Aparentemente, un lugar tranquilo.

Empecemos por el comienzo: el pololo es amigo de loli, no lo conozco, aunque podrían habermelo cruzado en muchos lugares de esos que solemos ir. Loli y el pololo se conocen hace varios años, él tocaba en una banda, que instrumento? ni idea; ella tocaba en otra, bah, cantaba. Dicen que ella era medio groupie de la banda de él, pero eso no tiene importancia, no ahora, tampoco después.

Y así con besos y saludos, el micro arranca. La ansiedad de no saber que va a pasar aplacada con una película mala de esas que pasan en esas situaciones: rapido y furioso, tokio challenge o algo así.

Y después la bandejita del micro. Que johana se durmió mientras pasaban la película, así que mientras intercambiamos quesos por jamones (el pololo es vegetariano) charlamos sobre eso:

p: ¿te acordás las derrapadas?
j: yo me dormi
p: no sé como le decían a las derrapadas
j: ¿picadas? pasame ese jamon
p: no, pero derrapaban en las curvas
j: nah ni idea, ni la vi
l: yo la vi

p: grosso el pibe yanqui va a japon y la mina
j: malisimoooo
p: no podia ser una ponja zarpada, era otra gringa
l: una, la unica que habia
j (comiendo): claaa, era japón pero eran todos de california, además, como si hubiera espacio en japón para correr con autos. ¿qué no saben q estan todos apretujados los ponjas?
p: ah bueno
l: y tenia un negro de amigo
p: medio rapero, el único de japón tambien
j: ¡un negro japonés!

l: menos mal que no era un lápiz...