sábado, 1 de octubre de 2011


In loving memory of "The man who changed the World" /// Frankfurt - Junio 2009

viernes, 1 de abril de 2011

13 de julio /// berlin - - - hamburgo

Una especie de culpa, de sentimiento de día perdido, se hizo presente durante la última cerveza del domingo con Lucy and Dreu. A fin de cuentas, nos habíamos pasado el día deambulando por ahí, haciendo lo que llamábamos "perder el tiempo", en lugar de disfrutar de las maravillas turrísticas que Berlin podía llegar a ofrecernos, aunque si lo pienso bien, supongo que no eran mucho más importantes que discutir determinados asuntos que ocurrían mucho más adentro en aquella ciudad.

Así que antes de ir a dormir, en el bar, luego de que les contara sobre ese pibe italoalemán que me estaba haciendo flashear y ellas me dieran todas las opiniones que podían llegar a darme, nos prometimos mutuamente tener un tourist day en la ciudad, es decir, visitar todos los lugares que consideremos de interés viajante antes de partir hacia Hamburgo lo antes posible.

Nos levantamos hacia las diez de la mañana y antes de hacer nada, salí a buscar un teléfono en el cuál pudiera llamar a Théo.
Sonreí durante todo el tiempo que duró la breve conversación teléfonica en la cuál me decía que vaya en cualquier momento. Le pregunté si llegar a la noche estaba bien (entre Hamburgo y Berlin hay cerca de tres horas de distancia) y me dijo que sí. De hecho, me avisó que a las siete, había un micro que salía directamente para allá.

Volví a la casa y emprendimos las últimas horas berlinesas.

Montamos en el u.bahn ( o s.bahn, ya no lo recuerdo ) y fuimos hacia el centro.

La primera parada fue en el parlamento: un enorme, sofisticado y complejo edificio montado en el medio de una porción, más gigante aún, de pasto, verde, casi fluorescente. Y un montón de turistas sentados en la hierba, sacando fotos, siendo nosotras.

Desde ahí, fuímos a la Puerta de Brandenburgo, ese lugar que había intentado visitar el viernes pero que la lluvía hizo imposible.

El sol se alzaba sobre nuestras cabezas, pero era ese tipo de clima en el cuales un extraño viento frío arruina todo y hace querer ponerse el saco para luego pasar por una vereda super acalorada y sudar lo suficiente como para sacárselo.

Muchos años atrás había visto "las alas del deseo", esa película de Wim Wenders ambientada en Berlin. Y rápidamente, mientras salíamos de las inmediaciones de la Brandenburg Tor, divisé el angel dorado a lo lejos, al final de una avenida.

Les dije a las chicas que quería ir allí y, una vez comenzada la peregrinación, nos dimos cuenta de que la avenida era muy larga y que el sol estaba elevándose y brillando demasiado. Así que a medio camino, dimos la vuelta y emprendimos el regreso para poder ir a nuestra próxima parada: un lugar de sumo interés histórico (especialmente para mí ha-ha), el Hotel Adlon Kempinski, ese edificio lleno de ventanas desde donde Michael Jackson, años atrás, casi tira a su recién nacido hijo al vacío para alimentar a sus fans.


Una vez Dreu nos hubo contado los detalles más frívolos posibles sobre el hotel y el incidente, satisfechas, decidimos tomarnos un poco más en serio la historia alemana y nos dirigimos hacia el Holocaust Memorial, que es básicamente un terreno ( en Berlin todo es sumamente espacioso ) en el que muchos (pero muchos) pilares de cemento de diferentes alturas se erigen, conformando una especie de laberinto gris y sombrío en las partes donde no hay turistas sacándose fotos.

Desde allí, Checkpoint Charlie, el paso fronterizo y más turistas y más fotos.

Y entonces, cuando uno miraba el piso, la huella visible de lo que quedaba del muro de Berlin en forma de sendero de piedras fijadas en el piso, marcando un límite imperceptible para el caminante habitual, pero notorio para el visitante quizás, se extendía bajo nuestras pisadas.

Quizás no son demasiados lugares cuando se los enumera de ésta forma, pero lo cierto era que tanto caminar y recorrer nos habían llevado hacia las dos de la tarde y había que comer algo en algún lugar.

Lucy era vegetariana, así que elegimos un pequeño deli donde se compró un sandwich de algo sin carne y Dreu y yo también elegimos algo del no demasiado variado menú.

El bus hacia Hamburgo salía a las siete de la tarde así que, de acuerdo con mi plan, tenía que estar en la casa cerca de las cuatro y media para armar el equipaje, despedirme de Paul y Michael y partir con tiempo de encontrar pasaje a la estación central.

Así que durante el almuerzo, horas antes de partir, me animé a consultar a las muchachas sobre algo que me rondaba en la cabeza desde los primeros instantes: la extraña relación de Michael y Paul, que se trataban de honey y se decían cosas lindas todo el tiempo.

Dreu intentó esbozar una idea, pero entonces Lucy la interrumpió al decir tajantemente que para ella sencillamente eran muy buenos amigos que se querían y todo eso. Y aparte, añadió Dreu, estaba esa exnovia de Michael que vimos el día anterior.

Me sentí un poco conventillera, pero lo cierto es que probablemente no vuelva a ver a esa gente en mi vida, así que sacarme esa estúpida duda tercermundista no estuvo mal del todo.

Así que finalizado el almuerzo fuimos al museum island a tirarnos en el parque ya que una hora y media definitivamente no era suficiente para recorrer ningún tipo de museo, salvo el del zapato en Northampton.

Tiradas ahí hablábamos sobre varias nimiedades más cuando a un costado de la catedral, vi la segunda TV Tower. Me tomé eso como un buen augurio de amor y felicidad y, hacia las tres y algo pasadas de la tarde, pedí a las chicas que me acompañasen a la estación de subte en la cuál tomar el tren que me lleve de regreso a la casa y de allí al hogar que reinaba en mi corazón, en hamburgo.

Las horas corrían y sencillamente era una cuestión de dar pasos: llegar a la casa, tocar el timbre.

Michael en la cocina y mi equipaje en la habitación.

Guardé todo en la mochila, puse los regalos para Théo en una bolsa azul y lista, fui a despedirme de Michael ya que Paul no estaba.

Le dejé mis saludos más cariñosos, y salí del edificio, sólo para regresar porque me dí cuenta de que había dejado la toalla en el baño.

Salí de nuevo.

Y la estación de bus de Berlin. Un boleto hacia Hamburgo. Sale en media hora.

Para mi sorpresa, el bus iba casi vacío. Atrás mío, una mujer hablaba en español por celular.

Me pasé todo el rato escuchando la conversación, la mujer era una devota creyente y discutía, teléfono celular y muchos minutos libres seguro, sobre sí dios realmente perdona a quien se arrepiente de corazón. Y dicen que el dios de los católicos es el dios de las segundas oportunidades, así que quien sabe.



Tres horas y algo después, llegué a la estación central de Hamburgo, tan familiar, tan cercano, y por la ventana, al anochecer, con su bolsa de las compras al hombro, divisé a Théo, que miraba atento sin darse cuenta de que era observado.

Bajé del autobus y un beso que duró mucho tiempo. Extraña añoranza y vamos para casa.

En el camino, me dijo que al llegar, chequée el cubrecamas.

Entramos a la casa, saludé a los gatos, mish mish

Y al tirarme en la cama, me di cuenta de que estaba acostada sobre decenas de corazones que formaban el estampado del acolchado.

Me sentí querida y añorada, jóven y hermosa. Feliz.



miércoles, 30 de marzo de 2011

12 de julio /// berlin

Todas juntas durmiendo en el piso de una habitación perteneciente a un sujeto alemán llamado Paul.

Lucy, Dreu y yo.

Ellas, sobre un colchón inflable gigante que pude haber usado la noche anterior pero que no vi debido a la oscuridad.

Yo, acostada a un costado en otro, un pequeño colchón de diez centimetros de altura con suerte y la perspectiva de un nuevo día.

El sol entrando por la ventana y Paul, ausente.

Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, abrimos los ojos casi en simultáneo. Juntas, temerosas de lo que pudiéramos encontrar en la soledad de la casa, fuimos a la cocina.

Michael miraba algo en la computadora y Paul, en calzones, freía huevos.

Creo que me sentí impresionada de la facilidad exhibitoria de Paul. De la intimidad impuesta a fuerza de anfitrioneidad y sientanse como en casa. Creo que no quería saber que debajo de toda esa ropa negra repetida sin parar, Paul escondía algo azul.

Sentados a la mesa, desayunando algo de té, Paul nos explicó que ese día no iba a poder estar con nosotras porque tenía que estudiar y Michael directamente no separó los ojos de la pantalla. Las chicas hicieron chistes para romper el hielo: chistes con madres y hermanas. Lucy era un camionero inglés con un acento dificil y empastado. Nos contó que tomaba cerveza desde los trece años. Dreu no dejaba de chequear su ai.phone y de decir "he didn't text me".

Así que, a diferencia del día anterior, que fue dudosamente puro en lo que respecta a lo masculino de la compañía, me las iba a tener que ver con éstas dos chicas que viajaban juntas, con las que apenas había cruzado palabras el día anterior y que prometieron despertarme para salir pero que no lo hicieron. Recelo.

De todas formas, las tres estuvimos de acuerdo en que lo mejor era dejar la casa lo antes posible para que Paul y Michael pudieran estar tranquilos.

Así que salimos y caminamos. Fuimos a un parque, recorrimos algunos mercados de pulgas, hicimos compras inútiles y ellas propusieron tomarse la primera cerveza del día. Les pregunté y me dijeron que al final no habían hecho nada la noche anterior, que por eso no me avisaron. Algo como alivio.

Eran las dos de la tarde y estábamos en un bar que daba a un lago. Hablamos mucho.

Ellas me contaron que estaban viajando juntas, que eran amigas. Me contaron sobre sus asuntos, o sea, sobre los asuntos que realmente importan durante un viaje, que son aquellos concernientes a cierto organo sanguíneo ubicado en alguna parte de lo que en la escuela primaria dicen que es el tronco.

Yo tenía de esos asuntos y ellas también. A saber: el eterno histeriqueo vía mensajes de texto y palabras en persona entre Dreu y un pibe y la pareja, the partner de Lucy, cuya situación no terminaba de entender del todo.

Y sólo después de algunas horas dándole vueltas a lo mismo, me di cuenta de que el asunto de Lucy era con una chica. Me sentí un poco ingenua, Lucy tan adulta, hablando sobre como sencillamente los hombres no le interesaban y que las mujeres eran su taza de té.

Y entonces, cuando terminamos la cerveza, seguimos dando vueltas por el barrio.

Caminamos sin rumbo perdiendo el tiempo y ellas simplemente dijeron vayamos a tomar más cerveza.

En el año 2009, yo tenía 25 años. Y cuando pienso en las cosas que hice a mis 26, sólo puedo pensar en que a esa edad empecé a tomar cerveza. O sea que durante el tiempo que pase con Lucy y Dreu, me lo pasé a pura coca y sólo hoy, que puedo diferenciar lo amarillo con gas de la cerveza de calidad, porque definitivamente es posible, me arrepiento en cierto punto de no haber aprovechado mi estadía en Alemania en ese aspecto.

Durante un viaje, hay días en los que ocurren millones de cosas: personajes extraños, situaciones raras, cosas recordables.

Y hay otros días, en los que no pasa nada particular, salvo una sucesión de hechos cotidianos de los que sólo queda una cierta esencia: Sé que ese domingo hablé mucho, que ese día me di cuenta de que extrañaba a mis amigas porque las opiniones entre mujeres con afinidad son muy importantes para poner en perspectiva las cosas que ocurren.

Pero curiosamente, a pesar de que hablamos desde el parque hasta el bar, desde tal barrio hasta el otro bar, por ciertas calles hasta la casa, que discutimos música, personalidades y hechos bien cercanos, cuando pienso en ese día, cuando lo recuerdo, sólo tengo la sensación del sol en la cara y las bolsas en la mano, el corazón en un cuadro tejido y planes amorosos.

Y la sensación de que en el fondo, todas las chicas se parecen.

Y volvimos a la casa, donde Paul estudiaba en la cocina y Michael hablaba con una chica que luego descubrimos era su exnovia que había pasado a buscar cosas.

Michael y una novia. Realmente ya no sabía que pensar.

y en la bandeja de entrada, eso que había estado en mi mente la mayor parte del día. Théo.


hi johan,

how are you?
so if you still like me you can visit me from monday on!
just call or write me!

take care
théo.


Así que con ese mensaje, que cambió la visión de la situación emocional extraña de los últimos días, salí de nuevo con Dreu y Lucy, a acompañarlas a tomar la próxima cerveza y a contarles todo lo que me había estado pasando en el órgano ese sanguíneo que mencioné anteriormente.