lunes, 11 de octubre de 2010

11 de julio /// berlin

Cuando me desperté Paul no estaba en la habitación. Los sonidos llegaban desde la cocina y las voces hablando y riendo en alemán no parecían muy lejanas. Había sido una noche incómoda: la oscuridad hizo que me durmiera en una posición extraña y eso, combinado con el resfrío que comenzaba a prenderse pero que no terminaba de explotar, y que ni siquiera un baño gigante pudo disipar, hacía que no me sintiera en condiciones aptas para la alegría tan temprano. La verdad era que ese sábado a la mañana la idea de interactuar con extraños que no hablaban mi idioma no era la que más me gustaba, pero Paul y Michael habían sido tan amables conmigo que poner mala cara simplemente me parecía que no estaba bien.


Así que me puse algo lindo, cepilléme los dientes y entré a la cocina haciendo como si nada.


Allí había dos chicas y un chico sentados a la mesa. Paul hacía café y Michael revolvía huevos a la vez que freía bacon.


Un poco de leche tibia con chocolate y pan untado con manteca después, me desayuné con que toda esa gente reunida allí estaba esperando a una agente de casting que no tardaría en llegar junto con un fotógrafo. El fin de semana siguiente estaba pautado el rodaje de algo en lo que iba a participar toda aquella compañía allí reunida esa mañana y ese desayuno tenía mucho de reunión de negocios.


Y entonces la agente llegó: se sacaron las fotos, conversaron, rieron, llenaron formularios, me ofrecieron actuar, dije no, nos reímos, huevos revueltos, café, pan tostado, amigos por la mañana, las doce y media y adiós cada uno a seguir con su sábado.


Me pareció muy raro y simpático que un grupo de amigos se junte a desayunar. Y no me imaginé celebrando tal ritual con los míos.


Mientras las visitas se iban, llamó Lucy avisando que se habían perdido, pero que estaban en camino, caminando.


-and where are they –preguntó Michael
- i don’t know, but seemed far – dijo Paul


Lucy era la de “Lucy and Dreu the english girls who are arriving today” como había mencionado Paul la noche anterior mientras fumábamos y me invitaban a la fiesta en un bote.


El Berlin, Beats and Boats, nombre que llevaba el evento, estaba anunciado a las dos. Teníamos que estar en el lago antes de esa hora, ya que la embarcación tenía que zarpar la embarcación y yo no tenía entradas.


Era casi la una y Paul estaba empezando a colapsar. No quería llegar tarde al bote bajo ningún punto de vista y las chicas no llegaban.


En medio de la incertidumbre, Paul y yo decidimos ir al bote, dejando momentáneamente a Michael esperando a Lucy y a Dreu y justo cuando estábamos por salir sonó el timbre: eran ellas.


Y entonces por las escaleras aparecieron dos chicas rubias llenas de equipaje. Una robusta, la otra relajada.


Paul estaba muy apurado así que las saludó, les dejó sus llaves, les dijo que se sintieran como en casa, Michael y yo apenas llegamos a decir hola y nos fuimos.


Caminamos con la bici y llegamos. Eran casi las dos de la tarde y el lugar estaba lleno de gente con ropa apenas extravagante, mostrando mucha piel, mucho bronceado, mucho peinado sofisticado, mucho fluo, mucho, mucho. Paul y Michael estaban un poco tensos, la llegada tardía de las chicas generó una energia extraña entre ellos que intentaban mostrarse amables pero que no podían ocultar un ligero tedio.


Sin demasiado esfuerzo conseguimos una entrada para mí (y como sabría después, a un precio obscenamente caro) y subimos al bote.


Todo el mundo parecía colocado. Estaban todos demasiado eufóricos y eran las tres de la tarde. El recorrido del bote comprendía una vuelta de varias horas alrededor de un lago berlinés.


La música era electrónica. Y para mi gusto, demasiado aburrida y basureica. Si realmente quería pasarla bien, tenía que hacerlo: smoke Joint


Así que le dije a Michael que se arme uno y procedimos. Paul se fue a bailar y tengo que admitir que lucía casi tan eufórico como el resto de los asistentes. Michael y yo estábamos un poco hastiados.


Fumamos y el paisaje dejó de ser tan malo. El clima era agradable y el lago también. Si no pensaba positivamente, el drum n’ bass me iba a hacer saltar del bote a sabiendas de que no sé nadar.


Así que me concentré en el paisaje y en lo extraño que era todo en ese contexto, quiero decir, estoy acostumbrada a ver gente tomando cocaína enfrente de mi cara, peinados extravagantes, gays desquiciados y mujeres haciendo de gato, pero a la noche y en un lugar cerrado. Y eso era exactamente lo mismo, pero de día y al aire libre, y no dejaba de no estar bien del todo.


La música electrónica no bajaba y todo el mundo estaba extasiado. Entré a la cabina a buscar algo para tomar.


El agua mineral venía en una botella diminuta de vidrio celeste. Traía menos de medio litro y salía tres! Euros.


-Genial- pensé- Voy a morirme deshidratada en el barco de los chicos ricos y los gays.


Tomé un par de botellas a lo largo de la tarde, Michael compró otras y esperamos pacientemente a que lleguen las siete, hora en que terminaba el paseo.


Fumamos mucho, dormimos una siesta en la cabina, hicimos de cuenta que nos divertíamos, nos aburrimos, nos divertimos, esperamos, Paul dio vueltas, yo miré mucho a los gays y la gente en general, y terminó todo.


Caminamos a casa y al llegar, merendamos, hablamos y hablamos con Lucy y Dreu. Ellas iban a salir, Paul y Michael se iban a dormir y yo no sabía que hacer.


Les dije que iba a dormir una siesta y que me despierten si salían, pero nunca lo hicieron y la siesta duró hasta el día siguiente.


Un sábado invertido de alguna manera. Actividades predeterminadas en horarios inusuales.

jueves, 29 de julio de 2010

10 de julio /// amsterdam-hamburgo-berlín

-your passport, miss?- dijo el policía.


Y entonces mi vida entera pasó frente a mis ojos: los padres, la droga, los tampones, théo, el equipaje, los perros, la policía, Amsterdam, el fin de semana, el futuro, aviones.


-yes, sure.


La tensión del momento hizo que me olvidara lo que pasó durante esos escasos minutos. Sólo me acuerdo del final, cuando el policía me preguntó algo que hasta ese momento no me había planteado: adonde iría después de Berlín. Casi sin pensarlo dije Paris.


El oficial pasó de mí y entonces pude volver a respirar. Después del susto me costó bastante dormir, pero una vez lo hice, al abrir los ojos, amanecía en Hamburgo.


Eran las siete de la mañana y era muy raro estar en esa estación sabiendo que Théo dormía no muy lejos de allí y más raro aún era recordar que justamente en ese lugar lo vi por última vez.


En la boletería saqué un pasaje a Berlín para partir dentro de los siguientes cuarenta minutos. Esperé sentada en un banco y una vez en el autobús, volví a dormir.


Al llegar a Berlín eran las once de la mañana y una vez más busqué la forma de llegar a la estación central. Tomé el tren-subte y llegué.


La estación central de trenes (técnicamente se llaman u-bahn que es el subte, y s-bahn que es el tren) de Berlín es inmensa y moderna. Tiene todo el frente hecho de ese material transparente que hace todo luminoso y suntuoso.


Con cada ciudad que dejaba, el equipaje se volvía más y más pesado.


Dejar la mochila en un locker fue algo demasiado difícil, ya que encontrar el guardaequipaje me tomó casi una hora. Me sentía desmoralizada y la ducha fría del día anterior no me había ayudado en absoluto ya que estaba a las puertas de un resfrío.


Revisé mi casilla de correo electrónico y afortunadamente tenía una confirmación por parte de un chico llamado Paul para quedarme en su casa durante el fin de semana.


Así que fui donde un teléfono y lo llamé. Quedamos en vernos a las cinco de la tarde en la estación de subte Slesisches Tor.


Así que tenía tres horas para gastar por ahí.


En la zona de la estación central, Berlín se dibuja como un lugar abierto. Algo desierto lleno de pasto pero con la sensación de que la grandeza histórica está cerca.


Salí de la estación y me encontré con un cartel que decía que la puerta de Brandemburgo estaba cerca. La tarde estaba nublada y hacía un poco de frío, pero de todas formas empecé a caminar.


El camino hacia la Puerta era a través de una especie de parque completamente libre de árboles. Aislados, había algunos edificios grandes y viejos.


Y justo cuando estaba en la mitad del recorrido empezó a llover. Tenía poca ropa encima y todo se volvió más frío aún. Corrí hacia el techo de una de esas moles de cemento y me quedé ahí. Apenas paró de llover volví a la estación. Llegué completamente mojada y algo moquienta. Busqué una farmacia en la estación para intentar comprar pañuelos descartables y al preguntar por ellos me imagino que mi estado sería bastante calamitoso porque la empleada me los regaló.


Y así fue como bajo una lluvia que no me bienvenía para nada, algo resfriada, triste por no ver a Théo y bastante insegura respecto al asunto alojamiento, llegué a Berlín.


Después de varias vueltas en la estación, por el patio de comidas, las tiendas y paseando tan feliz como se puede pasear en una estación de tren durante dos horas en una tarde de lluvia, llegó el momento de ir a encontrarme con Paul.


Tomé el u-bahn, hice combinación con otra línea de subte y no pagué boleto. La mochila pesaba mucho, no podía encontrar la boletería y menos aún entender las máquinas expendedoras.


Al llegar al lugar acordado con Paul me encontré con un chico alto de pelo corto-cortado muy prolijamente y vestido de negro. Sostenía una pizza en la mano.


Me sentía horrible.


En el camino a su casa me contó que vive con un amigo llamado Michael y que probablemente dos chicas más llegarían al día siguiente.


Llegamos y Paul dejó la pizza sobre la mesa de la cocina. Me sentí avergonzada del pelo sucio y mojado por la lluvia, de la misma ropa desde Amsterdam y del humor que rozaba la tristeza. Michael se estaba armando un porro mientras Paul mordía una porción de pizza y me ofrecía un poco a la vez, a lo que dije que no ya que no podía ni comer. Y entonces Paul dijo siete palabras mágicas y la suerte empezó a cambiar:


-do you want to take a bath?


Le dije que sí, que realmente lo necesitaba, que gracias y que me pase la marihuana. Le dije a Michael “is he always that kind?”


Porque realmente ofrecer algo tan cotidiano y sencillo como un baño a una persona a punto de desmoronarse era un gesto hermoso y grande en ese momento


-That’s why I live with him.- dijo Michael.


Con esa declaración las cosas comenzaron a ponerse raras. Pero no significó nada porque cuando Paul me guió hacia el baño, al ver la bañadera blanca y gigante y el cuarto de baño casi tan grande como la cocina, nada importó. No me lo podía creer. El baño era tan grande que podría haber dormido ahí para siempre.


-i know girls love big bathrooms
-i bet you know!


Me tomé dos horas para recomponer mi persona.


Al volver a la cocina, Michael jugaba con la computadora y Paul leía un libro. Fumamos un poco más y entonces me comentaron que al día siguiente tenían planeado ir a un evento llamado Berlin Beats & Boats, una fiesta de música electrónica en un barco recorriendo un lago a lo largo de la tarde. Me preguntaron sí quería ir y acepté.


Mientras Paul y Michael hablaban, me percaté de que se trataban de “Honey” y de que se decían cosas lindas todo el tiempo. Yo realmente no podía darme cuenta de que iba el asunto.


La noche llegó y como a la mañana siguiente unos amigos iban a desayunar y aparte querían estar descansados para la fiesta, Paul y Michael me comunicaron que esa noche no saldrían. Entonces Paul propuso alquilar una película. Barajaron algunos nombres pero Michael no parecía estar satisfecho con ninguno. Finalmente dijo un título y cuando Paul intentó contradecirlo, empezó a hacer pucheros. Al final Paul dijo que iba a decidir en la tienda.


Salimos y hablamos sobre cuán popular es el género música electrónica en Berlin en ese momento.


Caminamos y mientras a lo lejos se escuchaba un estruendo continuo espaciado por dos o tres segundos de pausa, a modo de chiste Paul dijo que la nueva música electrónica era tan minimalista que simplemente era ese sonido que escuchábamos al caminar: los puf puf con tres segundos de espacio en el medio generados por un parlante en algún lugar.


Al llegar al videoclub Paul eligió sin dudar la película que quería ver Michael. Se trataba de un drama retorcido y grotesco sobre una familia llamado Suzammen o algo así. La película era sueca con subtítulos en alemán. Si la memoria no me falla, Suzammen significa Juntos.


Y juntos fue como los tres nos acomodamos en la cama grande de M. para ver la película: Paul, Michael y yo en la punta.


Durante el comienzo de la película los chicos intentaron explicarme de que se trataba el film, pero a los 40 minutos ya estaba durmiendo en el hombro de Michael así que desistieron.


Al despertar Paul no estaba y Michael dormía al lado mío. Me levanté y como pude, en la oscuridad, fui a la habitación de Paul. Me tiré en el colchón que estaba en el piso, cerré los ojos y todo se terminó súbitamente.

lunes, 19 de julio de 2010

9 de julio /// amsterdam

Julian se tenía que ir a trabajar, así que al levantarme tuve que hacer todo rápido. Empacar, bañarme, salir.


El mail de la noche anterior me había dejado profundamente desmoralizada y el panorama actual no ayudaba demasiado. En un squat en un barrio de Amsterdam, tenía el pasaje para llegar a Hamburgo al día siguiente y de repente, todos los planes de días soleados y paseos de la mano con Théo se habían derrumbado. Si iba a Hamburgo no iba a poder quedarme en casa de él debido a ese problema, que no terminaba de entender del todo, que estaba teniendo.


Realmente no sabía que hacer. Estaba sola y no podía hablar de todo esto con nadie. Julian era muy amable, pero el problema era yo. Había dormido mal por el frío y mi humor era bastante horrible. Pero era yo en el mundo y tenía que callarme y seguir adelante. Paris estaba a tan sólo tres horas de Amsterdam, pero ir a Francia significaba alejarme aún más de Alemania.


El baño estaba arriba así que subí a ducharme. Al llegar, esa situación en apariencia insignificante, se convirtió en algo horrible: no había agua caliente y la “bañadera” era en una palangana gigante arriba de una tarima de madera con una ducha improvisada que colgaba de la pared. Para subir a la cosa, había que trepar por una especie de escalerita. Nada peor para una mujer que un baño espantoso y frío en el ambiente.


Así que en cinco minutos (total) me bañé como pude, me vestí y salí.


Agarré mi mochila y salimos. Julian se subió a la bicicleta y me indicó como llegar a la civilización (un lugar por donde pasaba el trans). Le agradecí una vez más (la noche anterior le había obsequiado la caja de lápices de colores comprados en Northampton) y seguimos nuestros caminos. Nunca más supe nada de él.


Y en el camino pensé que era un chico realmente peculiar. En el poco tiempo que estuvimos juntos me contó que iba a la escuela de arte, que tenía ese trabajo del cuál nunca supe nada y que vivía ahí, en el squat, porque le gustaba, porque era lo que quería para su vida en ese momento. Y me dijo que él podría tener una vida holgada pero que no le interesaba en absoluto ya que, sumido en la comodidad, según sus propias palabras, jamás podría crecer como artista.


Mientras hablábamos me mostró sus dibujos que eran realmente buenos. Así que en el camino pensé que quizás esa filosofía de vida le servía para llegar al lugar en el que quería estar.


Julian no fumaba marihuana y me contó que la gente que vive ahí, la que forma familias, la que hace cosas inherentes a la vida en una ciudad, no se mete con eso de los turistas, el porro y la zona roja.


Llegué a la avenida, pero antes de seguir necesitaba desayunar. El malestar causado por el exceso de porro todavía me duraba y si no comía algo sustancioso, sospechaba que se iba a poner peor.


Así que con la mochila gigante, entré a un agradable y cálido bar del barrio. Una señora me miró con curiosidad. Pedí leche con chocolate caliente y un sándwich.


Al terminar, emprendí el camino hacia la estación central.


El Trans es básicamente una mezcla de colectivo con tranvía con subterráneo. Tiene un cable en el techo que lo guía por su ruta y suele tener dos vagones unidos por lo mismo que une al subte. Los recorridos tienen paradas fijas. El sistema de boletos es algo raro pero fácil de entender: consta de una tirita con franjas y numeraciones. Cada zona es un número, entonces, si uno pasa por dos zonas, sólo usa la franja uno y dos del boleto. Sí el siguiente viaje consta de cuatro zonas, en la tirita, el chofer marca los números utilizados. Y así hasta completar los 15 renglones.


Llegué a la estación central y una vez más, dejé las cosas en un lugar lleno de lockers. A esa altura ya me conocía la zona de la estación de memoria. Dejé todo allí, y saqué el dinero justo y necesario para almorzar y comprar chucherías. También me llevé conmigo el resto del porro del día anterior y el otro porro que había quedado intacto.


Fui a un Internet café y empecé a buscar alojamiento en Berlin. Si no podía estar con Théo en Hamburgo, no tenía sentido ir ahí. Tampoco quería perder el pasaje que ya había comprado y menos aún alejarme geográficamente, ya que la posibilidad de que las cosas se resuelvan y de que él pueda pasar tiempo conmigo existían. Así que escribí varios mails esperando tener suerte. También le escribí a Théo contándole mi resolución.


El día era soleado y mi mal humor era nublado.


Amsterdam es una ciudad llena de canales. El centro tiene muchos puentecitos que los cruzan y la mayoría de la gente se mueve en bicicletas. La mayoría de los autos que se ven están estacionados. La parte central de la ciudad es una peatonal gigante.


Caminé y llegué al museo de la marihuana. Pensaba ir, pero al llegar, los turistas se me antojaron tan horribles que desistí de la idea.


Y mientras estaba ahí, caminando sin rumbo, no podía entender como mi humor podía ser tan malo. Estaba sola y no tenía nadie a quien fastidiar con mi mal genio. Entonces me fastidiaba a mí misma.


Finalmente me senté a pensar en uno de los muelles. Momentos después, abrí la cartera y saqué el cigarrillo de marihuana que había comprado el día anterior.


Y yo realmente fumo mucho y no podía darme el lujo de estar en esa ciudad y no fumar. Así que agarré el encendedor y le dí mecha al cigarro. Minutos más tarde, las cosas se aclararon. Me levanté y empecé a caminar.


La música en los auriculares tenía que cambiar. Abandoné lo que sea que estaba escuchando en el momento y puse un disco que me había bajado pero que no había escuchado aún: God Help The Girl.


Y entonces la perspectiva de la situación empezó a cambiar. Me di cuenta de que mi fastidio era una cosa estúpida y que sí no disfrutaba, podía considerarme una idiota.


Por primera vez en mi vida estaba en un lugar en el mundo en el cuál quería estar. No tenía que ir a trabajar y tampoco tenía obligaciones, lo único que tenía que hacer era pasarlo bien y no estaba haciéndolo. Me sentí un poco tonta, pero de a poco, mientras las canciones pasaban y el calor del sol se intensificaba, empecé a entender. Seguí fumando y todo parecía estar mejor.


En Holanda además de marihuana se puede conseguir hongos alucinógenos. Mi idea era comprar algunos para probar pero al preguntar, me contaron que estaban prohibidos porque los turistas no sabían administrárselos y sufrían malos viajes. Incluso, me contaron, una chica llegó a morir en un accidente causado por el exceso de hongos. No se sabe sí se quiso suicidar o fue consecuencia del mal viaje. Lo que era seguro es que estaba colocada con hongos, así que para prevenir futuros inconvenientes, el gobierno prohibió su venta tan libre.


Y yo busqué los hongos por todos lados, pero no tuve suerte. Así que desistí. Y entonces, alejándome de la zona de los canales llegué a una feria de cosas usadas, antigüedades y porquerías.


En Holanda hay una marca tradicional de cacao llamada Droste. Las latas en las que venía el chocolate en polvo, estaban por toda la feria, así que sospeché que serían un souvenir típico de turista. En una de las caras de la lata había una monja que ofrecía una taza de chocolate caliente. Y entonces supe que tenía que tener una de esos frascos, que tener uno en mi poder me iba a permitir recordar esa lección que había aprendido a fuerza de mal humor y marihuana.


Pregunté el precio en el primer puesto y no compré. A medida que la feria se extendía, el costo de la lata se reducía considerablemente. En uno de los últimos puestos compré la lata a dos euros y también compré un hermoso gatito negro de plástico para regalárselo a Théo.


Intenté buscar el museo Van Gogh pero tampoco tuve suerte. Y estaba tan colocada que no me animaba a hablar con nadie.


En la feria, mientras observaba a la gente, me di cuenta de que sí bien Amsterdam parece el lugar de la joda loca, es notorio cómo los habitantes del lugar odian esa situación.


Los habitantes de Amsterdam se habían convertido en adultos: después de la euforia de la legalización y todo eso, ellos sólo querían que los invitados se fueran a sus casas y dejaran de molestar. Entre ellos hablaban en Dutch y era notorio como querían mantener ese dialecto para ellos mismos. Porque también hablaban inglés, pero simplemente no lo hacían excepto para dirigirse a los turistas.


Paradójicamente, no podían prescindir de los intrusos, ya que la base de esa economía estaba sustentada en el turismo. Era algo incómodo pero de repente en una de las calles encontré muchos restaurantes argentinos que ofrecían asado, también argentino y dejé de pensar en ese tipo de asuntos.


Salí de la zona y mientras miraba el agua de los canales, empecé a pensar que un tipo me estaba siguiendo. Así que me metí en una antigua, grande y pintoresca libreria donde compré un pequeño y hermoso ejemplar de Little Women (uno de mis libros favoritos) en inglés. El hombre que atendía, en vez de darme una bolsa o algo así, envolvió el libro en papel madera (!) y mientras pensaba que el papel madera era algo bello me enamoré de sus grandes manos.


La siguiente librería a la que fui, era una del tipo cadena, pero tenía muchos libros y variadas ofertas. Allí encontré, escondido, una biografia de Andy Kauffman que costaba un euro con cincuenta. Cuando fui a pagar, la mujer de la caja me dijo que tenía un descuento de 30 céntimos si era estudiante. Torpemente busqué la credencial. Estaba tan fumada que no podía encontrarla y creo que la cajera se dio cuenta ya que, riéndose, me dijo que me hacía el descuento igual.


Así que ante la ausencia de hongos me pasé la tarde paseando y comprando porquerías.


Previsiblemente, cuando me quedaban apenas unos euros para ir a comer, encontré la tienda donde vendían los hongos y me tuve que quedar con las ganas y ya.


Cuando empezó a anochecer, fui a la estación a buscar mis cosas. El bus hacia Hamburgo salía a las once de la noche y quería llegar con tiempo.


Conservé las dos mitades de porro para fumármelas con Théo. Las escondí entre las toallitas femeninas y tampones y deseé que no sucediese nada en el cruce de fronteras.


A las 23:15 hs el bus partió hacia Hamburgo.


Dormí todo el trayecto hasta que, en medio de la noche, el micro se detuvo y dos oficiales de la policía subieron. Empecé a sudar. Tenía la marihuana encima y había perros. Me hice la dormida y entonces una voz:


-Miss, your passport please

jueves, 8 de julio de 2010

8 de julio /// amsterdam

El trayecto hacia Holanda consistía en bus/ferry/bus, así que durante las primeras horas del viaje dormí incómoda en el asiento hasta que a eso de la una de la mañana despertaron a todos los pasajeros porque el autobús había entrado al ferry. Así que salimos, esperamos, nos sellaron los pasaportes y después de cruzar el canal, volvimos al micro que regresó a tierra firme.


Mientras amanecía, los pequeños pueblos belgas del camino comenzaban su día. Eran lugares hermosamente quedados en el tiempo donde la vida moderna era perceptible con algo de esfuerzo.


Calculo que llegamos a Amsterdam hacia las once de la mañana. Y entonces al bajar del autobús, en la terminal, lo primero que hice fue comprar un pasaje para Hamburgo. En su último mail, Théo me decía que ese viernes tocaba un amigo en un bar y que podríamos ir. Así que el jueves a la noche estaría abandonando la ciudad. Salí de la estación con esa perspectiva feliz encima, y emprendí la ya repetitiva aventura de intentar llegar al centro de la ciudad desde el medio de la nada.


Entré al subte, una señora me ayudó con las indicaciones y al llegar a la central de trenes de Amsterdam dejé todo mi equipaje en el guardaropas. Más tarde iría a buscarlo, antes de encontrarme con Julian.


Desde que estaba en Europa no había llamado por teléfono a mi familia pero esa mañana, por algún motivo supongo relacionado al tiempo que pasó y el reciente cumpleaños de mi madre, me pareció apropiado llamar para mantener una pequeña conversación sobre el estado de las cosas.


Así que antes de ocuparme de cualquier cosa que me pudiera ocupar en Amsterdam, entré a un local, hice la llamada y así me enteré de que debido a la epidemia de gripe porcina, Buenos Aires estaba a un paso de la categoría pueblo fantasma. De que la enfermedad se cernía como un espectro sobre la incauta ciudad. Mi mamá no salía de su casa y mi hermano había estado en el hospital por un resfrío. La paranoia había llevado al desabastecimiento de elementos como alcohol en gel y barbijos. Y yo de verano a punto de fumarme un porro del tamaño de mi dedo anular.


La tercera cosa que hice al llegar a Amsterdam, fue comer unas papas fritas en un puesto de comida rápida. Y la cuarta, con las prioridades ya priorizadas, fue entrar a un coffee shop.


Estaba ahí para eso. Iba a fumar y después el plan era ir al museo de los pintores flamencos a alucinar con las pinturas. Más tarde iría a encontrarme con Julian.


Entré y le pregunté a la chica

Era como el paraíso del fumón: en diferentes tapers muchas variedades de flores canábicas. Y sí no se quería comprar en cantidad, vendían porros ya armados. Estupendo.


-Hello, please tell me about the different kinds of weed you have

-well we have this one, called inserte nombre aquí that makes you feel inserte emoción aquí and we have this one called inserte nombre aquí which makes you feel inserte emoción aquí

-oh, i want the strongest one

-are you sure?

-of course i’m sure i smoke everyday at home, I’m not afraid of any kind of strong weed

-well… we have this one, which is the special from the house and it is an special mix between inserte variedad aquí and inserte variedad aquí

-ok, i want that one and the inserte variedad aquí one. I also want a coke. Do you have lighters?

-oh, we don’t sell lighters (esta parte fue muy extraña porque justo detrás de la chica había una caja llena de encendedores pero ella se metió la mano en el bolsillo y sacó uno) but i can lend you mine

-oh thank you, can i go in there to smoke?

-yes sure


Y entonces entré a un lugar redundante: era una pecera con una pecera adentro. Un lugar confortable con sillones, luces tenues, una televisión en mute con el canal de deportes puesto, algunos espejos y la ya mencionada pecera con peces de colores adentro. Todo tipo de distracciones. También había unos tipos que estaban ahí fumando porro, riéndose y sacando fotos.


Y entonces, ahí sola, les pedí que me saquen una foto fumándome el primer porro en Amsterdam. Había esperado años para vivir algo así y finalmente estaba sucediendo. Esa noche vería a The Mars Volta y la experiencia sería total.


Y fumé, y fumé, y fumé. Cuando me di cuenta tenía medio porro encima y los tipos se estaban yendo. Me quedé sola en el lugar y mientras pensaba en cuando levantarme para ir al museo de los pintores flamencos, empecé a tener frío, no, calor, entonces empecé a abanicarme con un folleto. Tenía frío, tenía calor, mi cerebro estaba en saturno y no podía ni salir.


Me recosté en el sillón y entonces vino la chica que me atendió al principio. Me preguntó sí estaba bien y me advirtió sobre la posibilidad de que me roben la cartera si me quedaba dormida. Le dije que me sentía mal, así que me dejó dormir diez minutos. Que en realidad no dormí porque mi mente estaba en otro plano de existencia.


Finalmente vino un chico a darme charla y un chocolate. Me contó que su trabajo consiste en cuidar a la gente que se pasa como yo. Tomé más cocacola y entendí que me había bajado la presión. La marihuana había sido muy fuerte y las papas fritas no habían sido suficiente almuerzo.


El chico se rió cuando le conté que me había hecho la canchera con la chica que vendía la marihuana. Me dijo que eso pasaba todo el tiempo, y que gracias a eso, los turistas tarados pensé yo, él tiene ese trabajo.


Así que cuando me sentí mejor, antes de ver cuanto tiempo había pasado, le pedí que me saque una foto after-destruction.


Salí, tomé un poco de aire y me di cuenta de que había pasado más de tres horas en el coffeeshop. Malísimo. Ya no tenía tiempo de ir al museo. El olor a marihuana estaba impregnado por todos lados y a mí me daba náuseas.


Así que después de buscar el equipaje en la estación, hacia las cinco de la tarde tomé el trans (creo que le decían así) para ir hacia el lugar donde me tenía que encontrar con Julian.


Llegué y ahí estaba él. De estatura mediana, con muchos rulos, vestido de negro, en su bicicleta.


Nos saludamos y empezamos a caminar. La casa no estaba muy lejos de allí y en el camino me contó que ya había comprado su entrada para ver a Mars Volta, que había tenido que regalar unos gatitos que tenía y que su casa era una especie de casa tomada ( o sea, un squat ).


Al llegar nos encontramos con un edificio de tres o cuatro pisos semiabandonado. A su alrededor algunas bicicletas se amontonaban encadenadas. Julian abrió la puerta, me indicó que el baño estaba en el tercer piso, que él vivía en el segundo.


Abrió una puerta atada con una cadena y un candado.

La casa de Julian era un piso oscuro y enorme donde se amontonaba su obra. Claramente su casa era su taller y ahí tenía espacio para poner sus cuadros gigantes y ocasionales esculturas.


La cama en un rincón y el perro en otro. Una especie de tina.bañera con una manguera en un rincón y no mucho más. Todo era tan bohemio que sí no fuera por la gigante computadora applemaquintosh que había sobre una mesa, hubiera pensado que era pobre.


Dejé mis cosas, me lavé los dientes y salimos hacia el concierto.


Julian sólo se movía en bicicleta y como yo no tenía una me llevó todo el trayecto en el asiento de atrás. Las subidas, bajadas y desniveles no estuvieron bien, pero el paisaje era embriagador.


Llegamos, conseguí entrada y el recital.


Y de repente, había algo que no estaba bien. Estaba en AMSTERDAM, en un RECITAL de THE MARS VOLTA y NO estaba fumando marihuana.


Y entonces no lo pude creer. Realmente estaba asqueada y pensar en fumar de nuevo era una idea que me parecía realmente repulsiva. ¿Era posible? Que gracias a una mala experiencia en Amsterdam dejara de fumar?


El concierto era en un lugar llamado Paradiso y era difícil diferenciar sí había sido un templo o un teatro en tiempos pasados.


Cedric tenía un microfono blanco y gigante que parecía un porro. Me pregunté si era adrede. La escenografía era una tarántula de mil ojos.


Al salir del concierto fuimos a la zona roja, paseamos por el centro de la ciudad que, a decir verdad, no era demasiado grande y todo estuvo bien.


Volvimos paseando por ahí y al llegar chequée el mail


Malas noticias:

lovely,

i dont know what day of the kiss mean
but i wrote in the newsletter thats this was the day!
but we missed it and we didnt celebrate it. what a shame!
so i thing we have to do our own day of the kiss!

schlagermove is really really crap. so dont think about it.
but if you like we can go there an laugh about the people.
at that festival the people are wearing some
kind of flower-power cloth and dance and drink to
really shitty geman music from the past.

but i have to tell you that i got a serious problem
with my fucked up friend.
i really dont like to ask but is it perhaps possible
that you come to me a day later?
i really dont want it that way but i have to look after .
i dosent have do something with girls or what ever.
i feel like that i have do it.
when it isn#t possible for you than you can shurly come,
i will find an other way than...
it makes me really sad to ask this but i told you already
that it isnt the best time for me at the moment.
fuck. dont take this amiss.

but than you can stay as long as you want!

kisskiss
théo


Y después de eso el ánimo me cambió para siempre. Realmente quería quedarme en silencio y no tener que hablar trivialidades, pero no podía ser tan descortés con Julian. Así que intenté ignorarlo todo y seguir.


Él salió un momento y al volver tenía unos pijamas muy graciosos y lindos. Color celeste, amplios. Intenté mantener la compostura, pero ese mail me había afectado profundamente. Ya tenía boleto para Hamburgo pero no podía volver. Realmente no sabía que hacer, así que comimos unos fideos recalentados, hablamos sobre el arte y nos fuimos a dormir. Esa sería la única noche que pasaría en Ámsterdam.

miércoles, 7 de julio de 2010

7 de julio /// northampton --- londres


Entonces me levanté temprano, me bañé, armé la mochila y nos fuimos todos juntos.



Se había hecho un poco tarde, así que Adam llamó un taxi. Me despedí de Mary y con Nathan salimos para el centro.


Nathan tenía que ir a buscar a su hermano a la estación, así que podía acompañarme a tomar el bus a Londres.


Me despedí de Adam en la puerta de su trabajo y lamenté que no pueda venir conmigo a Amsterdam.


Seis meses después, Adam se mudaría a un apartamento para vivir solo. Al día de la fecha seguimos hablando (vía msn) y su próxima aventura, me contó, es ir hacia el este. Viajar mucho y no volver if possible al pueblo. Realmente desearía volver a verlo. De Nathan y Mary no supe más nada.


Antes de partir, fuimos a un lugar donde todo salía 1 pound. Compré un libro para Thurston, llamado “Postman Pat”. Era un libro para niños, pero como en uno de nuestros paseos por Hamburgo él había mencionado que le gustaban ese tipo de cosas, pensé que se pondría feliz al recibirlo. También compré lápices de colores para la persona que me hospedara en mi próximo destino.


Y si bien habían pasado pocos días desde que dejara Hamburgo, realmente extrañaba a Théo. La mayoría del tiempo intentaba retener lo que veía para luego contárselo. Habíamos estado juntos menos días de los que yo había pasado afuera, pero de todas formas añoraba su presencia.


Así que decidí pasar en Amsterdam tantos días como me vinieran en gana para luego volver a Hamburgo y recién después ir a Berlin y Paris.


En el camino a la estación de bus, Nathan se rió del hecho de que iba a viajar a Londres en pijamas. Y es que era así como me sentía, como para usar pijamas todo el tiempo.


Así que me subí al bus, agité la mano por la ventanilla y Londres here i go again.


Al llegar a la ciudad, el panorama no había cambiado demasiado. El clima estaba horrible y la llovizna se cernía sobre Londres. Hacía calor, hacía frío, había viento. Era un clima realmente desagradable e impreciso.


Dejé la mochila en el guarda-equipaje de la estación y salí una vez más. A las ocho tenía que estar de vuelta ya que el bus a Amsterdam salía a las diez de la noche.


El itinerario era bus, ferry cruzando el mar, bus. El viaje iba a durar toda la noche así que me convenía estar cansada para poder dormir allí.
Salí de la estación y pasé por una feria de antigüedades. Y una vez más, intenté ir a la National Portrait Gallery pero, aparte de la lluvia, ocurrió algo que no estaba en mis planes.


En el camino al museo, casi todas las inmediaciones estaban cercadas y llenas de gente: era el estreno londinense de la nueva película de Harry Potter y los fans se multiplicaban como Gremlins bajo el agua. Dónde sea que intentara ir, ellos estaban ahí, esperando a los protagonistas de la película.


Tuve que dar una vuelta completamente innecesaria para poder entrar al museo.


La National Portrait Gallery, es como su nombre lo indica, un museo cuyo contenido son exclusivamente retratos. Retratos de las familias reales, de políticos importantes, de famosos, mucho óleo, algo de fotografía y un recorrido cuidadosamente programado. Una delicia de museo.


Hacia las seis de la tarde el museo cerró sus puertas y me tuve que ir. En el diario había leído que el museo de cera Madame Tussaud’s había sacado al Michael Jackson de mentira a la calle para que los fans lo visiten, así que fui en esa dirección con la idea de sacar fotos y todo lo que ñoñería de turista implica.


Después de mucho caminar, llegué. Y así como llegué, tuve que dar media vuelta e irme: el museo estaba cerrado. f u c k .


Así que seguí dando vueltas, en lo posible por lugares donde no hubiera estado, y hacia las siete de la tarde, partí hacia Victoria Station. Ámsterdam me esperaba.


En el camino me compré una gigante galleta inglesa con chips de chocolate. Théo tenía razón, estaban muy buenas.


martes, 6 de julio de 2010

6 de julio /// northampton

La relación con Adam, mi host, no podía ser mejor. Y era raro ya que apenas dos días antes éramos unos completos desconocidos que sólo se habían mandado un puñado de mails. Pero bueno, en Northampton no había demasiado que hacer así que nos la pasamos conversando en un inglés que sospecho, él se esforzaba por hacer comprensible para mí, y en base a eso, hasta llegamos a fantasear con la posibilidad de ver a Mars Volta juntos en Ámsterdam.


La mañana del lunes fue digna de la vida de vacaciones. Estaba total y absolutamente gris y ventoso y las nubes amenazaban con la lluvia que no tardaría demasiado en llegar. Nos levantamos y fuimos a la habitación de Nathan. Mary y los demás se habían ido a trabajar, así que la casa estaba sola.


El día estaba horriblemente gris, gris de esa forma en la que describen el Reino Unido, gris.


Nathan estaba tirado en su cama mirando televisión. Daban el Gran Hermano y aparentemente estaba obsesionado con ese programa.


Jugamos a los jueguitos en el living, después pusimos música y hacia las dos de la tarde cuando la lluvia se largó y era obvio que no íbamos a salir de la casa excepto para buscar comida, Nathan se puso a armar el primer porro del día.


Era una vida estupenda: amigos, drogas, música, jueguitos y pijamas todo el día. Podría haberme quedado así para siempre si no fuera porque algo me decía que aunque me merecía ese descanso en el viaje, tenía que ser eso, una pausa. Europa estaba a la vuelta de la esquina y no podía permitirme que el tiempo se me pase fumando marihuana y mirando Gran Hermano.


Mientras tanto seguía recibiendo mails y buscando morada en Amsterdam.



me miss you too, especially today because its day of the kiss. realy!
so how are you?
im a bit sad because a good old frind of mine is realy depressiv
to time and it fucks up...
and you not here.
bad time i think!

of course isnt the bike a big one.
i think i could fit to you!
and i know that you like stoner. lets go there and see whats goinig on.

so how long did you plan to stay in hamburg this time?

did you noticed that ugly, phat britsh girls i told you?
no wonder that you got sick of the city...

now work!
enjoy northhampton. is there a beach to like in southhampton?

kiss
théo



Llegaría a Amsterdam el miércoles al mediodía y aún no sabía donde iba a quedarme. Envié varios mails y todo parecía indicar que terminaría visitando a un chico llamado Julian.


Y entonces la tarde con Adam y Nathan. Un, dos, tres, porros


Hacia las cinco de la tarde Adam dijo:


-please stay, we don’t need a lot, just you and weed.

-ok, i’ll stay with you, but you have to marry me and provide me the drugs


-we’ll both marry you!- Dijeron al unísono.

Fue gracioso y lindo. Realmente sentía que les caía bien, así que dimos el siguiente paso: hacer bromas telefónicas



Estábamos totalmente colocados y Nathan trajo el teléfono inalámbrico: empezó a marcar, a llamar, a hacer voces graciosas y a molestar a la gente.


Y entonces me llegó mi turno. Adam había marcado un número al azar, y cuando atendieron, resultó ser una mujer que hablaba español. No me acuerdo que fue lo que dije, pero todos nos reímos mucho.



Sí, ya sé que tener 25 años y hacer esas cosas luce más bien patético, pero en ese día gris, era una estupenda forma de reírnos y divertirnos. Genial.


Para las seis y media de la tarde estábamos totalmente fulminados, así que todos juntos en la cama grande de Nathan, nos dormimos una siesta.



Al levantarnos Mary ya había vuelto y tenía que hacer cosas, así que no nos prestó demasiada atención.



Durante la cena, anuncié que me iría a la mañana siguiente a Londres.


Adam se puso un poco triste, pero no podía permitirme pasar otro día así. Era divertido, pero no era lo que estaba buscando. Irme temprano me iba a dar la posibilidad de caminar un poco más por Londres, antes de partir hacia Amsterdam, y eso era lo que quería hacer. Conocer más.


Así que jugamos nuestro último karaoke y nos fuimos a dormir.


Había sido un día raro. Infantil, feliz y raro. Y melancólico por que era el último allí.

lunes, 5 de julio de 2010

5 de julio /// northampton

Hacia las once de la mañana, Nathan vino a despertarme. El plan era pasear con él y Mary por el pueblo para después ir a buscar a Adam a la salida del trabajo.


Adam y Mary tenían la misma edad que yo. Adam era rubio, alto, simpático. Había viajado por Asia el año anterior con su novia pero ahora estaba soltero. Mary era muy simpática y lucía muy inglesa, ojos claros, regordeta, sonriente. Nathan tenía 23 años y lucía como un rapero pandillero atrapado en un pueblo que le quedaba algo chico.


Era un domingo soleado y las calles estaban semivacías. Adam trabajaba en una tienda donde
se vendía y compraba de todo: libros, discos, equipos de audio, televisores, instrumentos musicales, dvds, etc. Estaba abierto hasta la una del mediodía, así que teníamos que hacer tiempo.


Compramos bagels y juguitos (Nathan compró café) y fuimos al museo del zapato de Northampton. Básicamente, el museo del zapato es una representación de lo que Northampton significa en el folclore del Reino Unido.


Y mientras que la cosmopolita y llena de gente Londres se encontraba a pocas horas de dónde estaba ahora, por algún motivo que no podía saber muy bien, esa mañana de domingo me sentía mucho más feliz en ese sencillo pueblo en el que no pasaba nada de nada.



El museo del zapato era un edificio relativamente moderno y tenebroso. Las únicas personas ahí esa mañana éramos nosotros tres y la recepcionista que leía el diario sin demostrar demasiado interés por lo que pudiera ocurrir.


En las primeras salas, a través de maniquíes representativos que tenían que parecer personas (pero en realidad eran objeto de pesadilla) se podía ver como era la vida en la antigüedad y como eran los primeros zapateros; también se describía el proceso de hacer un zapato, sus partes, los pasos a seguir en la fabricación, etc.


En el resto del museo y divididos por épocas, había una gran colección de zapatos en exposición. Había zapatos antiguos, zapatos famosos, zapatos típicos, etc. Recuerdo haberme sorprendido de ver el par de zapatos con plataformas diseñado por Vivienne Westwood que hiciera caer a Naomi Campbell en un desfile. También había zapatos extravagantes que habían pertenecido a Elton John y otras celebridades (no hay que olvidar que Inglaterra es la cuna del Glam Rock). Faltaban los zapatos rojos de Dorothy nomás. En la parte interactiva del lugar, una montaña de zapatos para probarse y jugar (a qué, no sé).


En una de las salas, completamente ajeno al contenido del museo, había un retrato de Alan Moore pintado por los estudiantes de no sé donde a modo de homenaje al residente más famoso del pueblo.



Salimos y fuimos a buscar a Adam.


En el camino, Mary y Nathan me contaron lo que pasó esa madrugada: A las 5 de la mañana tocaron el timbre y Mary fue a atender. Era alguien que decía que era el novio de Ashleigh y que la estaba buscando. El chico estaba completamente borracho pero ante su insistencia, Mary lo dejó pasar. Entonces, sin perder tiempo, el muchacho subió y se metió en la cama de Ash, que dormía. Cuando la chica se dio cuenta, empezó a echarlo, a decirle que se vaya a su casa y que ella no era su novia.

El chico se iba quedando dormido y a la vez se negaba a irse. Entonces, pasó lo peor: de tan borracho se meó en la cama. Por supuesto que después de eso el pibe se fue y Ashleigh tuvo que cambiar las sábanas a las seis de la mañana.


Si bien Nathan, Adam y Mary me caían maravillosamente bien, teníamos un único problema entre nosotros. Porque sí yo pensaba que el acento en Londres era cerrado, nada me hubiera podido preparar para las formas de hablar inglés de estos chicos. Y no sé sí ellos lo sabían del todo pero yo no quería ser descortés y me molestaba pedirles que repitan todo, todo el tiempo. Pero bueno, realmente quería entender de que iba la historia de Ash, así que hasta que Adam salió de la tienda, ellos se dedicaron a explicarme lo que pasó. Realmente me costó entender y creer la parte en la cuál el borracho se hacía pis encima.


Una vez que Adam estuvo fuera del trabajo, fuimos a la tienda de comics del pueblo a averiguar cosas sobre Alan Moore.



En la comiquería se podía encontrar ediciones de todo tipo del trabajo del escritor. Compré su novela, (the voice of fire) que no había podido encontrar en ningún lugar y al charlar con el hombre que atendía, éste nos contó que todo el tiempo llegan fanáticos que preguntan dónde vive el señor Moore, que piensan que simplemente pueden llegar y tocar el timbre, que Alan los va a invitar con masitas y té, cuando en realidad eso es algo muy molesto. Por eso, siguió explicando, se suele organizar firmas de ejemplares en determinadas fechas en el lugar, para que los fans (los de los comics pueden ser bastante tediosos) lo conozcan y no lo molesten en su vida cotidiana



Ante este panorama, como no quería quedar como una loca, desistí completamente de mi idea original. Pagué el libro y nos fuimos a seguir el paseo dominical.


Mary se había mudado hace poco a la casa y todavía tenía que sacar basura de su residencia anterior. Así que fuimos hacia allí. Llegamos y estaba cerrado con llave. El lugar tenía dos puertas: la primera que era como una pared y detrás, la casa en sí. En el medio había un patiecito. Mary no tenía llaves, pero sabía que había un juego de copias debajo de la alfombra que estaba en la puerta de la segunda puerta, así que Adam, saltó la pared y abrió desde adentro. Entre todos sacamos como diez bolsas de basura y la vecina de enfrente miraba raro pero no dijo nada.


Finalmente volvimos al hogar y después de fumar porro y ver fotos en la computadora, nos fuimos a dormir la siesta. Que otra cosa se podía hacer un domingo en un pueblo así. Yo aproveché para chequear los mails


i can tell you: i hate media-jobs.
i travel to berlin and when i arrived they told me
that everything is cancled in cause of something.
fuck. now i m back just with the travel-cost they payed me.

but i lent a bike for you.
perhaps its makeing a trip to the museum
a bit easier....

so do you already know when will arrive?
(on friday an old friend of my brother and me
will play a gig here in hamburg in my favorit club,
he plays some kind of stoner rock. perhaps we will see
it, if you like)

kuss
théo



Al anochecer nos levantamos y fuimos a hacer las compras para la cena. Cociné pasta para todos y más tarde vimos la película de Matt Damon y Greg Kinnear en la que ellos son hermanos siameses y se hacen amigos de Cher. Me quedé dormida en el sillón y el domingo se quedó ahí.

sábado, 3 de julio de 2010

4 de julio /// londres --- northampton


Abrir los ojos y ver que la cama de Simon estaba intacta era un claro indicio de que no había venido a dormir. Era la mañana de mi tercer día en Londres y no tenía idea de sí mis amigos estaban ahí, sí podría encontrar hospedaje, sí alguna vez el gentío desaparecería. No tenía idea de nada y eran apenas las diez de la mañana.

Así que me levanté y le pregunté al roomate brasileño sí acaso había algún tren que me lleve a Northampton. Me dijo que no sabía, pero que si había alguno, seguro me podían decir en la estación Liverpool, que no estaba muy lejos de ahí.

Northampton es un pueblo que está a dos o tres horas de Londres. Es un lugar famoso por ser la capital inglesa de los zapatos (y el oficio de zapatero) y sobre todo, por ser el pueblo en el que vive Alan Moore, guionista de comics como Watchmen, V for Vendetta y From Hell.

Alan Moore representa de alguna manera la voz de un gran afán de despertar colectivo y siempre intenta decir algo nuevo respecto de las cosas que ya se conocen muy bien.

Muchas cosas se dicen sobre el célebre escritor: que vive con dos esposas, que fue apresado a los 16 años por vender lsd a sus compañeros de escuela, que se dedica a la brujería, que cuando cumplió 40 ó 50 (no me acuerdo bien) años se volvió completamente loco, etc., etc., etc.

Así que cuando empecé a planear el viaje, busqué personas que vivieran en ese pueblo, que conocieran a Alan Moore y que me ayudaran a encontrarlo.

Mi sueño era regalarle un gigante ramo de flores, pero en vez de eso, conocí a Adam, un fanático de los comics y la música.

Adam me dijo que vivía a pocas cuadras de la casa del señor Moore, que a veces lo cruzaba en el almacén y me dijo que quizás podríamos verlo por la calle.

Así que después de algunos meses intercambiando mails, finalmente iba a conocer a Adam. Sólo que a las once de la mañana no lo sabía del todo.

Salí a la calle y fui directo a Liverpool Station. Aún no sabía si quedarme o irme de la ciudad, pero cada día era una aventura nueva y estar sola me habilitaba para hacer absolutamente lo que me viniera en gana.

Era sábado y el tercer día en casa de Simon. De algo estaba segura: no podía haber un cuarto día allí.

Paseé por la estación hasta que llegué a las boleterías. Allí me dijeron que no había tren a Northampton pero si bus y que salía de Victoria Station.
Así que me tomé el subte a Victoria y en el trayecto empecé a pensar en mis próximos movimientos.

De acuerdo al itinerario de bandas que tracé antes de partir, The Mars Volta tocaba en Amsterdam el miércoles 8 de julio. Mi intención era ir a ese concierto, así que debía planear mi visita a Northampton y el resto de los días en Londres con el fin de poder llegar a tiempo para ver a la banda de Cedric y Omar. También tenía que planear mi regreso a Hamburgo.

Una vez en Victoria Station averigüe los itinerarios y, dado que la perspectiva de pasar el sábado a la noche sola en Londres no me caía bien en absoluto, saqué un pasaje para ir a Northampton ese mismo día, a las seis de la tarde. Y compré otro pasaje para salir a Amsterdam el martes 7 de julio a la noche, desde Londres.

Lo que haría en el medio, no lo sabía. Quizás me quedaba uno o dos días en Northampton y después seguía en Londres un día más. Pero eso lo iba a decidir en base a como me sienta estando en ese pueblo del cual no tenía la más pálida idea de lo que tenía que esperar.

Así que con los pasajes comprados, me dispuse a disfrutar de, por el momento, mi última tarde en Londres. El día estaba soleado, así que fui a Westminster Abbey a ver el Big Ben.

Era sábado a la mañana y como era de esperar, los alrededores estaban llenos de gente. Los autobuses rojos anticipaban los estrenos de la nueva película de Harry Potter y de Brüno, la comedia de Sacha Baron-Cohen.

En la puerta de una de las iglesias cercanas, una joven pareja oriental se sacaba fotos con sus atuendos de novia y novio. Los dos vestidos de blanco, lucían muy felices.

Tengo la teoría de que la única forma de conocer un lugar, de descubrirlo y de llegar a él, es caminando; nada de tours ni cosas por el estilo.

Así que me compré una leche chocolatada y seguí en lo mío.

Con la intención de hacer una visita express a la National Portrait Gallery, me dirigí hacia la zona de Trafalgar Square. En el camino, me metí en varias cabinas telefónicas para agenciarme unos flyers tamaño postal con fotos a todo color promocionando diferentes variantes de prostitutas. Era muy gracioso que junto a la foto, una especie de slogan realzaba la particularidad de la mujer en venta. Si era un chinita raquítica con cara sexy, el cartelito rezaba “oriental model”, si era una gigante mujer negra, decía “Black mama”, si era una rubia rellenita y tetona, decía “busty blonde” y así. La verdad es que había para todos los gustos y pensé en regalarle algunas a Théo a modo de chiste y souvenir.

La gente en las inmediaciones tenía atuendos demasiado extravagantes y era un poco difícil de comprender, pero al llegar a Trafalgar Square entendí todo: era la celebración del día del orgullo gay y en la plaza habían instalado un escenario.

Estaba lleno de personas: militantes, disfrazados, curiosos, hados rosados, leñadoras, turistas, residentes y yo lamentando haberme quedado sin película en la cámara de fotos.

Estuve deambulando por ahí un rato hasta que las cuatro de la tarde llegaron y decidí ir a casa de Simon a buscar mi equipaje y a avisar que me iba.

Llegué, empaqué y salimos juntos hacia el underground. Ante mi relato de lo pintoresco de la marcha-celebración, Simon decidió ir a la marcha con uno de sus flatmates. Yo fui a Victoria Station.

Nos despedimos y recién volví a ver a Simon once meses después, en el cumpleaños de nuestro amigo Fede.

Las seis de la tarde y subir al bus. Al llegar a Northampton tendría que buscar un Internet café porque el número telefónico de Adam estaba en mi cuenta de mail y no lo había anotado.

Llegué a Northampton hacia las siete y media de la tarde. A diferencia de Londres, parecía un pueblo fantasma. Todavía alumbraba el sol pero la estación estaba desierta y al salir a la calle el panorama no era demasiado diferente.

Caminé y la mayoría de las tiendas estaban cerradas. Cuando finalmente logré encontrar algunas personas, les pregunté donde encontrar un Internet café. Me indicaron varias direcciones pero también me advirtieron que posiblemente estaría cerrado cualquier lugar al que quisiera ir.

Efectivamente, al llegar, los lugares estaban cerrados. Así que para no dormir esa noche en la calle, tuve que apelar a mi inteligencia y preguntarme que lugar podría estar abierto, tener Internet y teléfono y proveérmelos.

-Eureka! Un hotel!

Pregunté donde podía haber un hotel, y hacia allí me dirigí. Con la mochila encima, todo era más lento y tedioso, pero finalmente llegué y expliqué mi situación, me dijeron que seguro podía usar la computadora, pero que salía 4 libras los quince minutos.

-Four pounds! ( 25 pesos ) Fifteen minutes! Ok.

Me conecté, busqué el número y llamé a Adam.

Me dijo que me iba a buscar, pero después me dijo que mejor me iba a mandar un taxi.

Mientras esperaba el taxi, me puse a hojear el programa de actividades teatrales de Northampton. Me sorprendí de que estuvieran representando Evita (la caracterización de los actores como Eva Duarte y el Che era un poco demasiado bizarra) pero más me sorprendió aún la temática de un musical llamado “Joseph and the Amazing Technicolor Dreamcoat” de la factoría TimRice-AndrewLloydWebber. Según el resumen, el musical estaba basado en la historia José, ese tipo de la biblia que tenía sueños y después se los contaba al faraón. Lo gracioso era que absolutamente todo era muy demasiado GAY. O sea, biblia + homosexualidad, y sí alguien viera la cara de ese José, pensaría más en una loca desatada y feliz que en un torturado héroe bíblico.

El taxi llegó y de repente estaba en un Mercedes Benz. Es increíble como en situaciones así, donde todo parece perdido, la suerte cambia y las perspectivas también.

Al llegar a casa de Adam, me encontré con que estaban haciendo una fiesta o más bien una previa, ya que cuando la noche cayera, el plan era irse al centro del pueblo a parrandear.

Así que, de la soledad absoluta en la multitud de Londres, en cuestión de horas, pasé a estar rodeada de amigos instantáneos en un pueblo solitario.

Tenían mucha marihuana y alcohol. Había llegado al lugar indicado!

Adam vivía con 3 chicos y 2 chicas en esa casa de dos pisos que alguna vez fuera familiar. Y ahora tan juvenil.

Mary se había mudado hace poco y no estaba familiarizada con sus flatmates, Ashleigh estaba con sus amigas y por algún motivo tenían atuendos de colegiala sexy. Nathan era muy gracioso, cool y fumanchero y a los otros dos no llegué a conocerlos al punto que no recuerdo sus nombres.

Adam trabajaba en una tienda y al día siguiente tenía que levantarse temprano a pesar de que era domingo, su día libre era el lunes. Por ese motivo, cuando le pregunté por los planes para esa noche, me dijo que él no iba a ir al centro. Mary tampoco iba porque no tenía ganas y Nathan estaba dudando.

Finalmente se hizo tarde y los parranderos se fueron y la casa quedó sola. Los que nos quedamos (Nathan finalmente se quedó) fuimos a buscar algo de comida rápida y la noche transcurrió jugando al karaoke en la Xbox que tenían en el living.

Adoro cuando las cosas se dan vuelta tan repentinamente. Me sentía bien, todos eran amables conmigo, y bueno, eso me hacía sentir feliz.

Así que el día terminó en el sillón de Adam.

viernes, 2 de julio de 2010

3 de julio /// Londres

Al despertar Simon no estaba en su cama, así que me levanté y fui a la cocina. Lo encontré allí desayunando y leyendo las noticias en su computadora.

Tomé un té y le pregunté por las posibles actividades para el día.


Mientras yo estaba ahí, dos amigos míos también estaban en Londres: Chanz y Linje. Antes de partir, en Buenos Aires, habíamos quedado en encontrarnos en Londres para esa fecha.


Ya habíamos intercambiado mails mientras yo estaba en Hamburgo y estaba bastante segura de que ellos estaban en Londres. Necesitaba contactar con ellos porque no podía seguir quedándome en casa de Simon. A pesar de que estaba todo bien con eso, no me sentía cómoda quedándome demasiado tiempo, ya que él era el amigo de un amigo mío y estaba haciéndome un favor. No quería importunarlo ni abusarme de su hospitalidad.


El apartamento estaba vacío: todos se habían levantado temprano para ir a Wimbledon a ver el torneo de tenis.


Le pedí la computadora prestada a Simon y abrí la cuenta de mail. Allí había un mail de Chanz diciéndome que iban a estar dando vueltas en la zona de Picadilly Circus hacia las 12:30 del mediodía

-Maldición! Ya son las doce.- dije en voz alta.


También me dejaban el número telefónico de un amigo sueco de Linje que tenía teléfono celular. Y me decían que sí no llegaba a las doce y media, de todas formas a las seis de la tarde iban a volver a estar por ahí.

Y otro mail:

wearing our best close and being happy sounds AWSOME.
really!

to me everyday feels still absolutly good since i met you.
so tell me: why you have started kissing me?
to me its seemed most time that you were some kind
of afraid because you where alone in a unknown country...
however, you do the right thing to me....

ok and when you are back we take some new photos
of us, perheps in our best clothes too...

so tell me, what do you see on you first day in uk?

in the meanwhile i have to sit in a realy dark studio while we
have sommer the first time this year! fuck it.

take care and eat some good cookies!
t.


Debido a que el inglés escrito de Théo era un poco confuso, no entendí demasiado el mail, pero le escribí que si pensaba que lo había besado porque me sentía sola en un país desconocido, bueno, no era tan estúpida como para hacer algo así.
Escribí que lo besé porque me había gustado desde la primera vez que lo vi en esa fiesta, en el castillo inflable, con ese sueter blanco y negro. Le conté que había visto a Blur el día anterior y que cada vez que escuchaba que alguien decía “awesome” pensaba en él ya que solíamos reirnos de la gente que dice “osom” con una sobreactuada excitación. Y a continuar el día.


Me vestí rápido con la intención de salir a llamar a Chanz y Linje para que me esperen en Picadilly Circus así podía encontrarme con ellos. Salí, busqué un teléfono y disqué, pero no hubo caso, a pesar de que llamé varias veces, nadie contestó.


Así que, siendo la una y media del mediodía, decidí simplemente caminar para ver adonde llegaba.


El clima ese día era ventoso pero soleado. Fue muy incómodo sacarme y ponerme el suéter todo el tiempo. En la sombra hacía frío, al sol hacía calor.


Caminé por una zona gris como el microcentro, pero hacia el final de las calles de altos edificios me encontré con el río Támesis . A lo lejos, el puente de Londres se erigía, imponente.


Caminé mucho hasta llegar y cruzarlo. Había muchas nubes y el sol resplandecía. Londres era hermoso pero estaba tan lleno de gente caminando todo el tiempo hacia diferentes direcciones que pasear por ahí se convertía en una situación ligeramente tediosa.


Cuando emprendí este viaje, sólo tenía dos objetivos en mente: ver bandas y museos. No quería mucho más. Había visto a Blur el día anterior y ahora iba a saldar la otra deuda. El Tate Modern estaba muy cerca y lo sabía.


Entré y entonces TODO.


La primer obra que me impactó fue The Bride Stripped Bare by Her Bachelors, Even de Marcel Duchamp. Justo enfrente había una pintura de Francis Bacon. Nunca había visto un Bacon en persona en mi vida y eso me movió enormemente a nivel emocional. También había cuadros de Monet y de Picasso, varios Andy Warhol y era tan embriagador estar ahí. Era la belleza de la situación y la música en mis auriculares y el disco de John Frusciante para devolverme cuando sea.


En el mapa del museo escribí

the music from
the balconies nearby
was overlaid
by the noise
of sporadic
acts of violence


Y es hoy cuando lo miro y realmente no sé que significa y podría googlearlo, pero creo que prefiero quedarme con el enigma.


Una habitación llena de afiches comunistas rusos. Verdaderas obras de arte en forma de propaganda, todas juntas, enmarcadas, tan solemnes en la sala, tan hermosas.


Las horas pasaron y pronto llegaron las cinco de la tarde. Sin demasiadas ganas, salí del museo con la intención de ir a Picadilly Circus para encontrarme con mis amigos.


Siguiendo el curso del río, seguí caminando y llegué al London Eye que es una suerte de rueda de la fortuna gigante desde cuya parte más alta se ve todo Londres. Para subir había que pagar y hacer una fila inmensa. No estaba dispuesta a hacer ni lo uno ni lo otro. De todas formas en uno de los puestos cercanos compré un llavero para mi papá. Entre el big ben, un colectivo rojo y diversos motivos londinenses, elegí la típica cabina telefónica.


El subte otra vez y Picadilly Circus de repente. Eran las seis de la tarde y ellos debían llegar.


Esperé en la puerta de la gigante tienda Top Shop y ellos nunca aparecieron. Así que como estaba cansada, me fui a ver los mails a un Internet café y a pensar que iba a hacer en las próximas horas.


Sin noticias de Chanz y Linje, pero con una respuesta en la casilla de correo:


of course i dont think that you do such things because of lonelyness.
for me it was a bit the same, i saw you on the party and ask my self:
who the fuck is she?
later i see you standing with my brother and i came up to you
hopeing that daniel will introduce you to me....
and finaly it works. great! awesome.

i'm getting more and more exited when i thing about you coming back.

what a situation. i only can laugh!
and you have to know that the last few years where not sooo funny to me.

so dont get lost in london! i would not like it!

hug
théo


maravilloso.


Cuando estaba en Buenos Aires, había estado intercambiando mails con Adam, un chico que vive en Northampton, un pueblo a tres horas de Londres que deseaba visitar.

En la casilla de correo también tenía un mail de Adam, diciéndome que podía llegar cuando quisiera, que me esperaban. Era algo bueno, saber que había un lugar adonde huir.


Y la gente estaba en todos lados, todo el tiempo, en todos los lugares.


En las paredes que rodeaban la puerta de la gran disquería dónde antes del de/su-ceso se vendían las entradas para los conciertos de Michael Jackson, un altar-empapelado compuesto por recortes de diario, fotos, posters, carteles con mensajes llenos de amor y mucha cinta scotch invadía casi todo el campo visual.

Estaba ahí mirando eso cuando de repente, de la nada, seis o siete chicas con atuendos llamativos aparecieron con un grabador y canciones de Michael. Instantáneamente la música empezó a atronar los pequeños parlantes y las chicas, cómo poseídas, empezaron a bailar. En pocos minutos, la vereda se atestó con una pequeña multitud de sacafotos y curiosos y la fiesta continuó incluso cuando decidí irme del lugar.


Finalmente anocheció y luego de vagar sin rumbo por Picadilly y Oxford Circus, por el Soho, por Mayfair y por Trafalgar Square, decidí volver a casa de Simon.


Al llegar me dijeron que había salido y que probablemente no volvería a dormir. En su habitación, el roomate brasileño me contó sobre su experiencia en Londres, los trabajos que tuvo, los lugares en los que vivió y como fue ir a Wimbledon ese día. Me contó que había una pantalla gigante y que los parques eran tan arbolados y verdes, la gente elegante y todos de pic nic disfrutando del sol.


Era agradable charlar de una cama a la otra. Se sentía familiar.


Los dos estábamos cansados así que después de un rato, se apagó la luz y dormir.







jueves, 1 de julio de 2010

2 de julio /// Londres

Me había tocado dormir en la cama de arriba y cuando abrí los ojos me di cuenta de lo pequeña que era la habitación del hostel para el precio que había pagado por ella.



Mientras intentaba incorporarme al mundo, Becky guardaba su ropa en el bolso: su amiga que vive en Londres la había ido a buscar. Me dijo que bajaba a desayunar y que luego se iba. Le pedí que por favor me deje la llave de la habitación antes de irse, ya que una vez afuera no tenía forma de volver a entrar. La llave era una tarjeta.



Me vestí, bajé a desayunar y a chequear los mails.



Para acceder a Internet, había que comprar una tarjeta en la recepción. El hostel era todo angosto y estaba lleno de gente que parecía conocerse entre sí. Me sentí una verdadera extraña.



Abrí la cuenta de correo y encontré dos mails:



Estaba en Londres y no tenía alojamiento. Los hostels eran demasiado caros. Había estado escribiendo a varias personas del couchsurfing pero nadie me dio una respuesta que favoreciera mi situación.



La única esperanza residía en la posibilidad de quedarme con un amigo de mi amigo Fede, que estaba viviendo en Londres en ese momento.



Afortunadamente uno de esos mails era de Fede pasándome la dirección de mail de su amigo Simon. Rápidamente le escribí unas líneas contándole sobre mi situación. Me respondió a los pocos minutos dándome su número de teléfono. Lucky Me.



Siguiente mail:



hey johan-,

i hope that you had a good travel to london....

i really enjoyed the last days with you, so im looking

forward to see you again. i will try to get some holidays

at my job that i can spend more time with you.

perhaps you will see a museum than.

so please please tell when you come back and

where i can pick you up to carry your backpack!

enjoy everthing and take care!

see you soon,

théo



Rápidamente respondí que tendríamos que ponernos nuestras mejores ropas y salir a pasear, al museo o a dónde sea. Me fui al salón comedor.



La televisión estaba a todo volumen y la gente hablaba como si tuviera la boca llena de comida aunque no fuera así. Todo el inglés que había aprendido a lo largo de años de instituto no me había preparado para lo cerrado del acento.



En la cocina, muchos jóvenes lavaban y agarraban tazas, se servían café, untaban manteca en pan tostado, charlaban, reían, miraban.



Mientras desayunaba, noté que Becky no venía a darme la llave y mis cosas estaban en la habitación. Terminé, di unas vueltas buscándola y llegué a la conclusión de que se había ido y ya.



Pedí las llaves en recepción y subí a buscar la mochila. Guardé lo poco que había desempacado, me cargué y me fui.



Al salir a la calle, el sol pegaba fuerte. Busqué un lugar dónde hablar por teléfono. Con mi mochila que tenía casi las mismas dimensiones que yo, logré entrar a un locutorio o algo así.



¡Estaba en Londres! Pero no tenía idea de dónde estaba yo.



Llamé a Simón sin conseguir dar con él. Me conecté de nuevo, intercambiamos algunos mails y finalmente me pasó la dirección de su casa.



Busqué la estación de subte, o underground, más cercana y una vez allí, emprendí varios intentos para averiguar como funcionaba el sistema de transporte público.



Lo primero que hice fue buscar la casilla de información. Como la mochila pesaba mucho y estorbaba aún más, desistí de hacer la fila. Fui hacia los molinetes, pero no terminé de entender cómo es el asunto, así que intenté regresar a la ventanilla de información, pero de repente, de la nada, aparecieron como 20 chinos con cámaras de foto y se pusieron todos adelante mío en la fila.



Regresé a los molinetes con la intención de hablar con algún guarda de seguridad, pero una mujer, ante mi desconcierto y cara de perrito mojado, me interceptó y me dio un boleto. No entendí demasiado lo que pasaba, pero pasé el boleto por la ranura del molinete y listo, ya estaba adentro.



Era un one day ticket. Simón me diría más tarde que ese boleto sirve para hacer todos los viajes que quiera a lo largo de la jornada.



Y entonces, el subterráneo londinense. Mis auriculares largaban algo de Badly Drawn Boy, Something to Talk About. Escuché la canción en repeat constante y me dije a mi misma que en el futuro, cuando escuche esa canción, automáticamente iba a pensar en Londres y a regresar a esa situación.



Me bajé en la estación Aldgate East. Una vez en la calle, caminé unos metros y me metí en un local de comidas para preguntar por la calle que estaba buscando. El hombre que atendía me indicó cómo llegar (realmente era muy fácil) y al terminar me dijo:



One pound



Lo miré con cara de desconcierto y él y su compañero empezaron a reirse.



Llegué a casa de Simón. Al bajar a abrir, me encontré con un muchacho alto y muy quemado por el sol. Me sentí feliz de hablar en castellano, en porteño finalmente, con alguien.



Hablamos sobre Londres, Douglas Coupland, el viaje, nuestro amigo Fede, sobre como se quemó con el sol cuando se quedó dormido en el parque y mientras tanto me cocinó unos fideos.



Más tarde llegó su compañera de piso, una chica alta de ojos claros, pelo largo, portuguesa, actriz y vestida de verano. Acababa de recibir por correo Maus, el comic de Art Spiegelman, y mientras lo hojeaba nos contó que como estaba haciendo una obra sobre el holocausto, trataba de leer material sobre el tema.



Se fue de la cocina y nosotros salimos a dar una vuelta y a sacar fotos.



La disquería cool del barrio se llama Rough Trade, allí, miramos discos, y, prestándole atención a todo, intento retener en mi mente todo lo que veo.



Los altares para Michael Jackson seguían multiplicándose por ahí, y yo, lamentando lo sucedido.



Nos metemos en una de las diversas tiendas de ropa usada y para mi sorpresa, no es barato en absoluto.



El vecindario donde vive Simon, se llama Aldgate East. Está lleno de inmigrantes indios, pero también hay tiendas de discos, galerías de arte y en las paredes sin ir más lejos, el arte emana en forma de murales con todo tipo de imágenes y técnicas que van desde el stencil, pasando por el collage y terminando en el rasqueteado de paredes a fin de formar una imagen.



Después de caminar un rato, Simon decide volver a su casa y yo me voy al mercado de Camden. Quedamos para vernos más tarde e ir al recital de Blur.



El Camden market está dividido en tres partes: en la primera, venden ropa, y está lleno de puestos con percheros. La ropa se repite y el precio varía depende el puesto.



En una de las perchas veo un vestido que me gusta: pregunto el precio y el tipo me dice algo muy elevado para el presupuesto que manejo. Aunque hago un ademán que indica que no estoy interesada, el hombre empieza a sacar el vestido y a meterlo en una bolsa. Le digo que no lo quiero y de una forma algo agresiva, me dice en un inglés que apenas logro entender


-¿y entonces para qué me preguntas?


Me voy.



La segunda parte del mercado es un predio lleno de casitas de madera que hacen las veces de negocios. Ahí venden de todo, hay muchos asiáticos y nadie avisó que la moda raver terminó hace algunos años (por lo menos para mí).



En algunos puestos los empleados son esos punks que siempre se ven en las fotos que aluden a Londres, exagerados, raros, comunes.



Las remeras y accesorios de un tal Ed Hardy están de moda y las imitaciones se repiten por doquier.

El tiempo pasa merodeando por ahí y la hora de partir para encontrarme con Simon llega. Pero antes de irme entré a un Kentucky fried Chicken y por 2 libras comí pollo con papas fritas. Bueno, pollo no, técnicamente es Pop Corn Chicken. No terminé de animarme al fish and chips.



Usando mi one day ticket una vez más, tomé el subte y me encontré con Simon en una esquina cercana a Hyde Park. Caminamos por la zona pasando por el palacio de Buckingham; en el trayecto ambos acordamos que no pagar más de 20 pounds por entrar al concierto.



Al llegar al primer acceso, nos ofrecen entradas por 40 libras. Las rechazamos amablemente.



Seguimos caminando. Los revendedores de entradas se multiplican, el tiempo corre, y los precios no bajan.



Finalmente, minutos antes de que empiece el show, conseguimos dos entradas a 20 pounds cada una.



Al entrar al campo comienza a sonar She’s so High y no puedo evitar correr hacia delante. Antes de desaparecer de su vista, arreglo un punto de encuentro con Simon.



Y entonces pienso en eso que dicen de que el público argentino es el mejor y bla bla y pienso que son puras patrañas. Los ingleses se la pasan tomando cerveza y el campo es un reguero de botellas de plástico verde aplastadas por el peso de la multitud. Están todos alegres y arengados...


Las botellas en todas partes y todo el mundo ebrio, entusiasta y gritón.



Al llegar el momento de Tender, la gente se pone particularmente afectuosa con la banda y no para de corear OH MY BABY OH MY BABY durante varios minutos. Ellos lucen visiblemente emocionados.



Intenté pedir porro, me mojaron el pelo con cerveza, había novios protectores, chicas barricada, había muchas cámaras modernas, había muchos borrachos y yo, yo estaba ahí.



Graham Coxon está gordo, Damon Albarn luce cansado, el baterista ahí y Alex James como si el tiempo nunca hubiera pasado.



El show parecía auspiciado por Fred Perry y su nueva colección de camisetas primavera/verano 2009.



Aunque la escenografía son dos mapas políticos de la isla, hacia el final una gigante bola de espejos se erige sobre las cabezas de la banda.



El show termina, me encuentro con Simon, y algunos amigos suyos. Vamos de bares por ahí. La gente toma cerveza en vasos de vidrio mientras conversa animadamente en la vereda.



Los edificios transpiran historia y los bartenders empiezan a echar a la gente. No es demasiado tarde, pero el día fue muy largo.



Y entonces regresamos a la casa de Simon, me baño, me tiro en el sofá y me duermo instantáneamente.







martes, 1 de junio de 2010

1 de julio /// hamburgo --- Londres

-respect to the man in the ice cream van

Estábamos desayunando en la cocina, a sabiendas de que probablemente sería nuestra última mañana juntos, cuando a lo lejos se oyó una extraña e infantil musiquita, en movimiento. Era el camión de helados dando vueltas por ahí y entonces Théo me contó que hay un rap que dice que hay que respetar al hombre en el camión de los helados. También dijo que hay una vieja leyenda urbana que dice que el hombre del camión de los helados, además de hacer la alegría de los niños, haría la de los grandes, ya que aparentemente sería un distribuidor de droga más en el mundo.

Terminamos de desayunar y volvimos a la cama: ese día Théo iría a trabajar un rato, un poco más tarde.

Estábamos en el medio de una de esas situaciones llenas de miradas, manos y labios cuando de repente dijo

-i really think we should sleep together

-aren't we doing it already?

-that is not exactly what i meant

y sucedió.

Las manos se me durmieron.


Algunas horas después Théo se fue a arreglar unos asuntos al estudio y me dejó armando el equipaje.
Cuando volvió faltaba un rato para que salgamos hacia la estación de ómnibus donde tomaría un bus hacia el aeropuerto de Lübeck, que queda en las afueras de Hamburgo, en donde abordaría el avión que me llevaría a Londres esa noche, al aeropuerto de Stansted exactamente.

El tiempo pasaba y no me importaba.

-somebody is thinking about missing the plane...

Y realmente pensé seriamente en la posibilidad de dejar ir ese avión y quedarme ahí, tan hermoso era todo, pero entonces Théo me explicó que si me quedaba, no tenía mucho sentido, ya que el fin de semana él y Daniel tenían que ir a Berlin a pasar música en un lugar, y entonces habría perdido el avión sólo por quedarme dos días más.

Pero la tristeza de ambos era demasiado.

-do you think i should come back?
-please, come back.


Sonreímos y supimos que íbamos a volver a vernos. Era sólo cuestión de combinar todo de forma conveniente.

Terminé de empacar y fuimos a la estación central. El sol del atardecer teñía la ciudad de un extraño color ocre. La vida parecía una foto vieja y a la vuelta de la estación comimos falafel y escuchamos a una mujer hablar en español. Nos reímos de eso.

El bus llegó y con él la despedida y el último beso.

Durante todo el viaje hacia el aeropuerto me lo pasé escuchando wouldn’t it be nice y pensando que Londres estaba a la vuelta de la esquina y que volvería a ver a Théo. Y realmente todo fue muy feliz.

Cuando anochecía subí al avión. Era de una aerolínea bastante barata y la prueba estaba en que cobraban todo lo que podían cobrar. Me senté en el minúsculo asiento y algunos minutos después, el avión despegó.

El vuelo fue corto y ahí conocí a Becky, una chica que estaba roja porque se quemó demasiado al sol, con un sombrero gigante y estorboso, una blusa strapless y shorts. Al hablar de alojamiento y lo tarde que llegaríamos, Becky me dijo que tenia reserva en un hostel para dos, pero como su amiga estaba sospechada de tener fiebre porcina se quedó varada en Singapur, así que una de esas reservas estaba libre y me la ofrecía. Yo aún no tenía idea de donde iba a quedarme los días que esté en Londres, así que acepté.

Desde que pasó lo de Michael Jackson todos los días aparecía algo nuevo en los diarios.

Al llegar a Londres, estuvimos cerca de dos horas esperando a que nos firmen el pasaporte. La fila era realmente larga y había pocos oficiales y a todos les daban mil vueltas para dejarlos entrar.

El amigo/compañero de asiento de Becky, que hizo la fila conmigo, era americano, pero lucía tremendamente canadiense: un poco gordo, con aparatos en los dientes, rosado y muy simpático (algo afeminado también). No recuerdo su nombre, pero seguro era Brian o algo así.

En Alemania hay unas golosinas muy populares que son unas gomitas con forma se oso llamadas Haribo. Brian me convidó algunas mientras los oficiales londinenses preguntaban hasta el grupo sanguíneo de las familias cuya piel era un poco más oscura que lo habitual. Así de estrictos eran los controles de frontera.

Cuando logramos salir del aeropuerto tomamos un bus de 9libras al centro. Victoria Station para ser más exactos.

Mis primeras impresiones de Londres aún cuando era muy tarde y verano, es que es un lugar muy frío y húmedo.

Una vez en Victoria Station nos tomamos un bus de esos que tienen dos pisos a no sé dónde y de ahí, un taxi (realmente caro) al hostel que quedaba, como me daría cuenta al día siguiente, en la zona de Kensington algo.

Cuando los trámites de registro y todo eso terminaron, después de un largo día, hacia las dos de la mañana, me dormí vestida en la parte de arriba de una cama marinera junto a cinco chicas más en una habitación minúscula en un hostel en algún lugar de Londres.

Aún tenía que encontrarme con Linnea y Chance, dos amigos que también estaban vacacionando en la capital inglesa al mismo tiempo que yo.

También tenía que encontrar un lugar donde quedarme los días que esté en Londres.

Blur tocaba al día siguiente en Hyde Park y también tenía que agenciarme una entrada.

Oh, Londres.