miércoles, 30 de marzo de 2011

12 de julio /// berlin

Todas juntas durmiendo en el piso de una habitación perteneciente a un sujeto alemán llamado Paul.

Lucy, Dreu y yo.

Ellas, sobre un colchón inflable gigante que pude haber usado la noche anterior pero que no vi debido a la oscuridad.

Yo, acostada a un costado en otro, un pequeño colchón de diez centimetros de altura con suerte y la perspectiva de un nuevo día.

El sol entrando por la ventana y Paul, ausente.

Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, abrimos los ojos casi en simultáneo. Juntas, temerosas de lo que pudiéramos encontrar en la soledad de la casa, fuimos a la cocina.

Michael miraba algo en la computadora y Paul, en calzones, freía huevos.

Creo que me sentí impresionada de la facilidad exhibitoria de Paul. De la intimidad impuesta a fuerza de anfitrioneidad y sientanse como en casa. Creo que no quería saber que debajo de toda esa ropa negra repetida sin parar, Paul escondía algo azul.

Sentados a la mesa, desayunando algo de té, Paul nos explicó que ese día no iba a poder estar con nosotras porque tenía que estudiar y Michael directamente no separó los ojos de la pantalla. Las chicas hicieron chistes para romper el hielo: chistes con madres y hermanas. Lucy era un camionero inglés con un acento dificil y empastado. Nos contó que tomaba cerveza desde los trece años. Dreu no dejaba de chequear su ai.phone y de decir "he didn't text me".

Así que, a diferencia del día anterior, que fue dudosamente puro en lo que respecta a lo masculino de la compañía, me las iba a tener que ver con éstas dos chicas que viajaban juntas, con las que apenas había cruzado palabras el día anterior y que prometieron despertarme para salir pero que no lo hicieron. Recelo.

De todas formas, las tres estuvimos de acuerdo en que lo mejor era dejar la casa lo antes posible para que Paul y Michael pudieran estar tranquilos.

Así que salimos y caminamos. Fuimos a un parque, recorrimos algunos mercados de pulgas, hicimos compras inútiles y ellas propusieron tomarse la primera cerveza del día. Les pregunté y me dijeron que al final no habían hecho nada la noche anterior, que por eso no me avisaron. Algo como alivio.

Eran las dos de la tarde y estábamos en un bar que daba a un lago. Hablamos mucho.

Ellas me contaron que estaban viajando juntas, que eran amigas. Me contaron sobre sus asuntos, o sea, sobre los asuntos que realmente importan durante un viaje, que son aquellos concernientes a cierto organo sanguíneo ubicado en alguna parte de lo que en la escuela primaria dicen que es el tronco.

Yo tenía de esos asuntos y ellas también. A saber: el eterno histeriqueo vía mensajes de texto y palabras en persona entre Dreu y un pibe y la pareja, the partner de Lucy, cuya situación no terminaba de entender del todo.

Y sólo después de algunas horas dándole vueltas a lo mismo, me di cuenta de que el asunto de Lucy era con una chica. Me sentí un poco ingenua, Lucy tan adulta, hablando sobre como sencillamente los hombres no le interesaban y que las mujeres eran su taza de té.

Y entonces, cuando terminamos la cerveza, seguimos dando vueltas por el barrio.

Caminamos sin rumbo perdiendo el tiempo y ellas simplemente dijeron vayamos a tomar más cerveza.

En el año 2009, yo tenía 25 años. Y cuando pienso en las cosas que hice a mis 26, sólo puedo pensar en que a esa edad empecé a tomar cerveza. O sea que durante el tiempo que pase con Lucy y Dreu, me lo pasé a pura coca y sólo hoy, que puedo diferenciar lo amarillo con gas de la cerveza de calidad, porque definitivamente es posible, me arrepiento en cierto punto de no haber aprovechado mi estadía en Alemania en ese aspecto.

Durante un viaje, hay días en los que ocurren millones de cosas: personajes extraños, situaciones raras, cosas recordables.

Y hay otros días, en los que no pasa nada particular, salvo una sucesión de hechos cotidianos de los que sólo queda una cierta esencia: Sé que ese domingo hablé mucho, que ese día me di cuenta de que extrañaba a mis amigas porque las opiniones entre mujeres con afinidad son muy importantes para poner en perspectiva las cosas que ocurren.

Pero curiosamente, a pesar de que hablamos desde el parque hasta el bar, desde tal barrio hasta el otro bar, por ciertas calles hasta la casa, que discutimos música, personalidades y hechos bien cercanos, cuando pienso en ese día, cuando lo recuerdo, sólo tengo la sensación del sol en la cara y las bolsas en la mano, el corazón en un cuadro tejido y planes amorosos.

Y la sensación de que en el fondo, todas las chicas se parecen.

Y volvimos a la casa, donde Paul estudiaba en la cocina y Michael hablaba con una chica que luego descubrimos era su exnovia que había pasado a buscar cosas.

Michael y una novia. Realmente ya no sabía que pensar.

y en la bandeja de entrada, eso que había estado en mi mente la mayor parte del día. Théo.


hi johan,

how are you?
so if you still like me you can visit me from monday on!
just call or write me!

take care
théo.


Así que con ese mensaje, que cambió la visión de la situación emocional extraña de los últimos días, salí de nuevo con Dreu y Lucy, a acompañarlas a tomar la próxima cerveza y a contarles todo lo que me había estado pasando en el órgano ese sanguíneo que mencioné anteriormente.