jueves, 27 de noviembre de 2008

1. rockeros -inoperantes- de vacaciones ( II )

Compramos los pasajes a último momento. Por asuntos de plata, tiempo, crisis personales, vacaciones laborales e indecisión general, no trazamos un plan definido. Los tres iríamos juntos. El pololo volvería antes, a tiempo para ver a josé gonzalez, que justo tocaba en buenos aires en esos días, y loli y yo, volveríamos en tren, un día después. Esa era la única certeza respecto a las vacaciones. La gente como nosotros no hace planes y hay que reconocer que esas vacaciones fueron algo así como aleccionadoras al respecto.

Llegamos muy temprano a mina clavero. A primera vista, no representaba el fiel reflejo de nuestros deseos pero dado que era nuestro primer día de vacaciones, las perspectivas eran más que optimistas. Buscamos un lugar agradable dentro de lo posible y nos pedimos el desayuno. Al terminar, yo me quedé cuidando del equipaje, y loli y el pololo se fueron a buscar la oficina de turismo para saber cuál era el camping más cercano y más o menos respetable del lugar.

Tardaron como media hora en volver. La oficina de turismo era como a diez cuadras de donde estaba y cuando volvieron, un dejo de decepción se veia en la cara de ambos. El camping quedaba bastante lejos, así que agarramos todo y partimos hacia allí.

En el camino, pasamos nuevamente por la oficina de turismo, porque parece que eran bastante amarretes y sólo daban un mapa por persona y el pololo quería uno para él. De paso, reconfirmamos la distancia del camping como para asegurarnos si no habría uno más cercano. No lo había.

Caminamos. Caminamos. Nos embadurnamos con protector solar factor 50 y seguimos caminando. Caminamos. Nos perdimos. Caminamos. Preguntamos. Llegamos.

La entrada al primer camping estaba custodiada por una garita vacía. Había mucho sol. Y nadie a quien preguntar sobre el precio, disponibilidad y esas cosas. Nos tiramos a descansar un rato y a jugar con unas maderitas con unos números que estaban abandonadas en aquella garita que corría la misma suerte.

A primera vista el camping lucía bastante infecto. Muchas carpas. Muchas familias. Muchos niños. Muchos autos. El pololo y yo fuimos a dar una vuelta y a recoger información. No encontramos al encargado pero con sólo mirar, decidimos que no queríamos quedarnos ahí ni un momento más.

Volvimos a la entrada. Nos quedamos un rato deliberando que hacer, cuando de repente veo una camioneta tipo pick-up que comienza a salir del lugar. Me acerco y le pregunto si nos puede sacar de allí. El conductor me dice que tiene que arreglar algunas cosas, pero que con mucho gusto nos va a alcanzar hasta donde le sea posible. Me dice que lo esperemos. Lo esperamos
- ¿a donde va maestro?
- a cura brochero, es acá cerca, no son muchos kilometros
-bueno, hasta ahí vamos...

Nos subimos a la parte de atrás con todas nuestras porquerias, nos embadurnamos nuevamente con protector solar y la camioneta arrancó.

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